La Unión Europea (UE) ha aprobado en principio la primera ley sobre inteligencia artificial (IA) del mundo y continúa el proceso de puesta en aplicación. Se trata de la primera norma mundial para fomentar una IA segura y transparente, que pretende establecer un estándar global en la promoción de una digitalización fiable, tanto por parte del sector público como del privado. Un buen ejemplo de la capacidad reguladora europea y de su complejo proceso de decisión, al tener que unir en “triálogo” la tecnocracia, la voluntad de los Estados miembros y la expresión de la voluntad popular.
Precisamente en este tiempo ha comenzado en la Fundación Pablo VI un nuevo ciclo de los seminarios de ética socioeconómica. Después de las etapas anteriores centradas en la utilidad de la huella digital y en la transformación del trabajo, se ha constituido un nuevo comité de expertos de distintas disciplinas para trabajar hasta junio 2025 sobre la respuesta europea a los retos de la tecnología y del cambio laboral. Las sesiones son públicas y se pueden seguir en el canal YouTube de la Fundación. Pero estos no son debates al uso, en los que se buscan respuestas rápidas; se trata de un ejercicio de largo plazo, en el que se propone un encuentro en profundidad, desde perspectivas distintas, y sin prisas mediáticas.
Pero ¿por qué haber elegido hablar de las instituciones europeas?
Los fenómenos de la digitalización y de la transformación del trabajo son por esencia transnacionales, por lo tanto, para nosotros aquí y ahora, el ámbito natural donde buscar la respuesta institucional es el europeo. Para algunos, criticar las instituciones europeas es un lugar común: se habla de divisiones internas, lentitud en las decisiones, burocracia invasiva, insignificancia como actor internacional… Algunos expertos y estudiosos hablan de declive, de deconstrucción, de pérdida de influencia.
Estos son juicios subjetivos y, en algunos casos, interesados. En realidad, aunque se hable poco de ello, nuestra soberanía – ese concepto que intentan apropiarse los nacionalismos – se ha delegado en una parte importante a las instituciones europeas. Comparando con otras potencias mundiales, es cierto que la UE no es una potencia militar y su peso diplomático es limitado. Su mayor fuerza reside en otro ámbito: los operadores económicos saben de su importante papel como regulador de mercados.
Las instituciones europeas han nacido para responder a desafíos geopolíticos, al mismo tiempo que traducían ideales de reconstrucción pacífica después de guerras fratricidas. Y se han propuesto un modelo, el de la economía social de mercado. Esta construcción original, realizada por estados independientes a la vez que interdependientes, nace con una intención de integración funcionalista.
Para ser creíble, la respuesta de Europa a los nuevos desafíos que se plantean a la vida individual y colectiva de sus ciudadanos debe ser efectiva y ser reconocida como tal. ¿En qué medida está en condiciones de responder, entre otros retos, a la digitalización y a la transformación del trabajo, no sólo para proteger la población de daños eventuales, sino para encauzar la fuerza del desarrollo tecnológico en el sentido del bien común?
Para contestar, proponemos realizar un largo recorrido por temas tan variados como la tecnocracia como sistema de gobierno, las guerras culturales que nos dividen, el desierto demográfico y la inmigración, el futuro de la economía social de mercado, la defensa europea, las políticas fiscales, la lucha contra los oligopolios, la capacidad inversora para financiar la transformación y la sostenibilidad monetaria y financiera de la Unión. Al final de este largo camino, volveremos a la cuestión económica y social clave: la de la distribución de la renta en un contexto de automatización avanzada.
En el transcurso del seminario, el 23 de abril de 2024, tendremos también una jornada internacional de reflexión organizada en colaboración con el Istituto Paolo VI de Brescia, Italia – donde se conserva la biblioteca y los archivos del Papa Pablo VI – sobre Construcción nacional e internacionalismo en el pensamiento social cristiano. Todo nuestro programa tiene como objetivo de fondo contribuir a una actualización del pensamiento cristiano en estas materias, pero hemos querido, fieles a la tradición de la Fundación Pablo VI, que la reflexión empiece por un tiempo de escucha, de diálogo con la evolución cultural y social en todas sus expresiones, sin apriorismos.
Al final, en junio de 2025, esperamos formular algunos elementos para contestar la pregunta central: a parte de su realidad jurídica, indiscutible, ¿qué contenido tiene el concepto de ciudadanía europea? ¿En qué medida esta gran construcción, de la que tenemos a veces un conocimiento y una percepción insuficientes, es el lugar correcto para que la sociedad conserve el control democrático de su propio devenir? ¿O lo recupere si lo ha perdido? Europa ¿es nuestra patria común ante el futuro incierto? Probablemente contestemos que sí – siempre y cuando asumamos los derechos y los deberes correspondientes.
Domingo Sugranyes Bickel
Director del Seminario ¿Cómo responde Europa?
Revolución Digital y transformación del trabajo