En 1962 iniciamos una andadura de amistad activa en medio del silencio. Habíamos ingresado en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, heredera de la Escuela del Debate fundada por el entonces abogado del Estado, Ángel Herrera Oria, que llegó un día a Málaga para ser obispo y cardenal. Pepe simultaneaba los estudios de Periodismo con los de Económicas; por mi parte, lo hacía pero con Derecho. Él perseveró en la Escuela de Periodismo más Económicas y yo opté por cambiar Periodismo por Ciencias Políticas y Sociología más Derecho.
Vivíamos en la Ciudad Universitaria en sendos Colegios Mayores distanciados apenas por trescientos metros. En los años 1966 y 1967 compartimos Consejo de Redacción del semanario de la juventud SIGNO hasta su obligada extinción. En el verano de 1967 nos encerramos en la torre de un chalé de Montemar/Torremolinos para escribir un libro sobre la prensa católica (que había sufrido mucho) de los años de “preTransición”. No era un trabajo urgente que alternábamos con sol y playa y algún que otro guateque de pandilla. Llegamos a redactar unas 50 páginas que conservo.
Madrid universitario era nuestro caldo de cultivo de una amistad que se perpetuó hasta ayer. Atentos siempre a la formación que genera la evolución de aquella España que se dirigía imparable hacia la Democracia y hacia la restauración de una Monarquía que resultó parlamentaria. Atentos siempre también a las actividades literarias de jóvenes escritores y poetas, casi todos amigos. Valga aquí nuestra ida en autobús para participar en "Los Paseos con Antonio Machado" en Baeza, portadores con otros de un busto que le modeló Pablo Serrano, hoy en los jardines de la Biblioteca Nacional. Atentos al diálogo como instrumento esencial del entendimiento político. Eran tiempos, y muy cerca estuvimos, de aquellos "Cuadernos para el Diálogo" que fundara Joaquín Ruíz-Giménez. Atentos a nuestro más próximo entorno: los movimientos estudiantiles reagrupados mayoritariamente en la Unión de Estudiantes Demócratas (UED), de inspiración democristiana no colaboracionista y en la Federación Universitaria de Estudiantes Demócratas (FUDE), de inspiración socialdemócrata. Atentos a los movimientos sociales, a los debates en el interior de la Iglesia en España, a las incipientes formaciones políticas y sindicales que asomaban cabeza desde la clandestinidad. Incluso prestamos particular atención a la repercusión del Concilio Vaticano II en España y a la caída de las tristemente célebres bombas atómicas USA (que no explosionaron pero que algo contaminaron) en el mar de Palomares. Éramos soñadores sin certeza hasta que llegó La Transición. Marché a ampliar estudios en el extranjero donde salté a la ONU/UNESCO, y Pepe Oneto resultó ser, a mi entender, el mejor cronista de la citada Transición. Maestro de maestros del Periodismo, desarrolló una muy nutrida profesión periodística en prensa escrita, radio y televisión, que marcarán los anales de la información y de la comunicación en España.
Cuando participaba en los debates de TVE, nos comunicábamos con mensajes y podía advertir en la pantalla sus gestos de simpatía controlada por el medio. Lo seguía fielmente en el digital República de las Ideas (república.com) que, con Pablo Sebastián (amigo de París), dieron un vuelco a la crónica política independiente.
Pepe Oneto no dudó en escribir un largo prólogo a mi libro "Cambio de Era" (Diario SUR y Fundación Málaga, editores) y aventuró anécdotas que traducían una "vieja amistad", porque ya también éramos viejos. La última vez que nos encontramos en Madrid le desafié, ante Paloma (a la que hoy en particular abrazo con cariño) a que escribiera sus Memorias, memorias que ya estaban escritas e inscritas en toda su andadura pública. Porque las Memorias de Pepe Oneto están ampliamente redactadas para siempre en la hemeroteca.
Siento de verdad perder a un amigo con tantas emociones y experiencias compartidas. Teníamos una clave: ¡Siempre es Pascua! También hoy, querido Pepe, ¡Siempre es Pascua!, ahora más para ti que para mí.
Francisco J. Carrillo
Ex embajador de la UNESCO