Mensaje del Cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona y Patrono de la Fundación Pablo VI, ante la canonización del Cardenal Newman: "Vivió en grado heroico las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, así como las virtudes cardinales de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza y de la templanza"
El sábado, 5 de octubre, se celebró en Roma el consistorio para la creación de trece nuevos cardenales. Cuando el papa Francisco nombra a un nuevo miembro del colegio cardenalicio, lo hace tras un largo proceso de discernimiento y oración. Tal vez repare en aquellas virtudes que debe atesorar un buen sacerdote e incluso se inspire en el modelo de otros cardenales ejemplares que nos han precedido. Tal es el caso del cardenal y eminente teólogo John Henry Newman.
El próximo domingo, 13 de octubre, el Santo Padre canonizará al cardenal Newman. Pero digamos de entrada que no lo elevará a los altares por haber sido nombrado cardenal por el papa León XIII, ni por sus valiosas obras teológicas, sino por haber vivido en grado heroico las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, así como las virtudes cardinales de la prudencia, de la justicia, de la fortaleza y de la templanza. Es decir, por haber plasmado en su vida un testimonio coherente de santidad. Resulta significativo, a este respecto, que el mismo día, y junto con este eminente pensador cristiano, sean canonizadas cuatro religiosas de congregaciones dedicadas a la ayuda a los pobres y a la práctica de la misericordia y la caridad a favor de los más vulnerables de su tiempo.
John Henry Newman, pronto santo
Un rasgo fundamental en la vida de Newman es su condición de converso; ha sido el más famoso de los conversos al catolicismo en la Inglaterra victoriana. Nacido en Londres en 1801, se matriculó en Oxford, donde unos años más tarde llegaría a ser conocido como profesor y preceptor del famoso Oriel College y rector de Santa María, la capilla universitaria. Como intelectual, Newman ya desde su juventud sintió la inquietud de tender puentes entre la fe cristiana y la cultura de su tiempo. Fue uno de los inspiradores del Movimiento de Oxford, lo que le llevó a acercarse progresivamente a la Iglesia católica, a la que se adhirió en 1845. Ordenado sacerdote en Roma, estableció en Londres la congregación del Oratorio de San Felipe Neri y fue creado cardenal en 1879, once años antes de su muerte.
«Dios nos habla primero en el corazón. El conocimiento propio es la llave para entrar en los preceptos y doctrinas de la Escritura» (Sermones Parroquiales 1,75). Newman es un humanista y entiende –y ama– el corazón del hombre, sede de la inteligencia, la voluntad y los afectos. El cristianismo responde a la verdad del hombre, sin humanidad no existiría el cristianismo. Aquí reside una de las genialidades de J. H. Newman: en este momento de desafío que vive la Iglesia ante una sociedad desorientada, Newman es un acicate incontestable para mostrar al mundo el verdadero rostro de la Iglesia, la que custodia la Belleza del hombre.
Finalmente, Newman, que se movió en el mundo universitario, nunca consideró que la razón y la fe fueran incompatibles y se esforzó por tender puentes entre ambas. Esta condición de constructor de puentes es un mensaje muy actual. Para decirlo en palabras del papa Francisco, Newman puede inspirarnos en el esfuerzo –nunca acabado– «de construir puentes y no muros».
† Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona