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Libro publicado en la Ciudad de Buenos Aires por el Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina (UCA)

Bioética: la verdad que busca el bien

BioeticaVerdad

Su autor es el P. Rubén Revello, sacerdote del clero de Lomas de Zamora de amplio currículum: Licenciado en Teología Moral por la UCA, Especialista en Bioética por la Universidad del Sacro Cuore (Roma), Director del Instituto de Bioética (Facultad de Ciencias Médicas, UCA), Perito en Bioética de la Conferencia Episcopal Argentina, Miembro titular del Comité en Ética en Medicina de la Academia Nacional de Medicina, Miembro de la Pontificia Academia de la Vida.

Buena Universidad, buen autor… A todo ello se añade un prólogo firmado por el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio S.J., hoy Papa Francisco, de donde extraemos estas interesantísimas líneas: “La bioética es un ámbito excelente para recuperar el hábito propiamente humano de la palabra proferida y acogida, la consideración de los matices y de los tonos diversos que requieren de la inteligencia su máximo esfuerzo. Ella es un verdadero areópago donde deben resonar –en un lenguaje comprensible a toda persona- los valores perennes del Evangelio de la vida y remarcarse la dignidad presente en todo hombre” (p. 15).

Méritos todos ellos más que suficientes para adentrarse en la lectura de una obra que no debería pasar desapercibida para cualquier bioeticista de corazón sincero que, con la cabeza y con el corazón, quiera hacer una Bioética auténtica, “acercando a las personas y superando miradas sesgadas”.

Son 179 páginas que no tienen desperdicio, a las que hay que sumar otras 12 de referencias bibliográficas y sitios web de interés. A modo de cata, me quedo con la presentación que hace del concepto estudiosidad (pp. 88-92), que toma del Aquinate, y que se define como “la atención profunda del sujeto que vuelca a la inteligencia a conocer un determinado objeto”. Nos hallamos dentro del gran campo de la templanza. Y la estudiosidad “permite pasar de la intelectualidad descarnada a la sabiduría, donde la verdad no se busca por sí misma como fin absoluto, sino en la medida en que sirve para obrar en la vida aquello que es bueno”. Para concluir en las páginas finales del libro con las siguientes palabras:

“La objetividad en el punto de partida del conocimiento, el deseo de evitar la dispersión en el proceso de búsqueda de la verdad, la optimización del tiempo y el esfuerzo intelectual, la preocupación por obtener un conocimiento veraz –a la vez que útil- y la atención puesta en la previsión de las consecuencias que se sigan de ese conocimiento siguen siendo objeto de reflexión de los investigadores de todo el mundo.

Estos temas, tratados en su momento por santo Tomás, sin embargo, se fueron opacando en el tiempo. El nominalismo primero (al separar el conocimiento objetivo del concepto) y la revolución copernicana después (atomizando las ciencias y reduciendo lo real a lo físico) llevaron a los investigadores a liberarse del vínculo metafísico, dejando, así, a la ética en manos del individuo (el subjetivismo moral es la consecuencia natural de la pérdida de la objetividad en el conocimiento del bien).

Sin embargo, la realidad volvió a imponerse, exigiendo que se recuperase el vínculo entre verdad y bien. En esta línea, fueron los mismos científicos quienes, tomando conciencia del poder que ejercen los avances actuales y los peligros que pueden derivarse del mal uso de todo ese potencial, propusieron una ciencia que uniera la búsqueda de la verdad a la preocupación por la moral, y llamaron a esta nueva ciencia bioética.

Estos puentes tendidos entre la ciencia y la moral pueden hallar enb la propuesta de la estudiosidad hecha por santo Tomás un nuevo punto de diálogo que retome el camino realizado, lo actualice y avance en el deseo de una ciencia que sea verdadero progreso para el bien de los demás”.

José Ramón Amor Pan




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