La figura del cardenal Herrera resulta con fuerza propia, sus motivaciones y su hacer, como “hombre de Dios".
Desde el propio título la obra se manifiesta sugestiva, novedosa; y, por su propia motivación y finalidad, atenta a probar una hipótesis más que sorpresiva: tras la oferta de diferencias entre uno y otro, la búsqueda de coincidencias entre dos vidas y dos trayectorias fijadas en siglo diferentes. Cuando muere J. H. Newman, en 1890, Ángel Herrera acababa de cumplir cuatro años...