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Pablo VI, el Papa que universalizó el colegio cardenalicio

El Papa Pablo VI continuó la labor, iniciada por su predecesor el Papa San Juan XXIII, y continuada por sus sucesores, de transformar el colegio cardenalicio, desde su carácter primero de representación del clero de Roma a lo que pretende ser hoy, un auténtico senado de la Iglesia universal, representativo de la diversidad geográfica, cultural, ritual y aún espiritual, de la Iglesia católica, la cual, en palabras de San Juan Pablo II es verdaderamente tal (católica) porque es capaz de acoger dentro sí toda la diversidad existente en la misma.

El 11 de febrero de 1965, con el Motu Proprio Ad purturatorum Patrum, el Papa Pablo VI dio un paso revelador de su impulso aperturista y renovador de la Iglesia. A saber, acordó que la incorporación, deseable, de los patriarcas de las Iglesias orientales católicas al colegio cardenalicio, se realizase al colegio de los obispos, manteniendo, y esto es especialmente importante, su título propio como patriarcas, sin asumir título romano alguno. A partir de ese momento, los cardenales patriarcas orientales católicos precederán a todos los demás cardenales, excepción hecha de los cardenales obispos de las diócesis suburbicarias latinas que se consideran forman una misma persona con el Obispo de Roma, y además para ello no deberán asumir título romano alguno sino que su solicitud por la Iglesia universal, como miembros el colegio cardenalicio, se apoyará en su condición misma de patriarcas de las muy antiguas y venerables iglesias católicas de oriente.

Así, se incorporaron en aquella ocasión al grupo de los obispos del Colegio Cardenalicio los cardenales Maximus IV Saigh, Patriarca de Antioquía de los Greco-Melquitas, Paulo Pedro Meouchi, Patricarca de Antioquía de los Maronitas y Stephano I Sidarouss, Patriarca de Alejandría de los Coptos. El hecho ocasionó algunos recelos en el mundo latino, por el especial relieve que con esta decisión el Papa otorgaba a los patriarcados orientales. Estos recelos se quedan en nada, no obstante, en comparación con las graves dificultades que sufrieron algunos patriarcas orientales a causa de la incomprensión, y aun abierta oposición, que esta decisión del Papa Pablo VI, y la aceptación de la misma por los patriarcas, ocasionó entre algunos obispos, clero y algunos fieles de estas Iglesias orientales católicas.

Con su decisión el Papa Pablo VI dio un impulso decisivo a dos importantes valores. De un lado, la incorporación de toda la parte oriental de la Iglesia católica, lo que el Papa Juan Pablo II llamará el otro pulmón de la Iglesia de Cristo, al colegio cardenalicio, y que esta incorporación se pudiese realizar en unas condiciones verdaderamente respetuosas del carácter y dignidad de los patriarcas orientales. Y, de otro lado, dar un impulso decisivo a la universalización del colegio cardenalicio llamado a ser, no ya clero romano o clero latino, sino un auténtico senado de la Iglesia universal, y por tanto representativo de la rica diversidad existente en la misma. Pablo VI había sido testigo de la solemne declaración de aprecio del Concilio Vaticano II por las Iglesias orientales católicas cuando se afirma que en ellas «resplandece la tradición que viene de los Apóstoles por los Padres y que forma parte del patrimonio indiviso, y revelado por Dios, de la Iglesia universal» (Orientalium Ecclesiarum 1).

MiguelCampo

Miguel Campo Ibáñez, S.J.
Universidad Pontificia Comillas




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