El director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles de la Universidad de Zaragoza, Juan José Badiola; el catedrático de Terapia Cognitivo Conductual de la UNED, Miguel Ángel Vallejo; y el divulgador y periodista, Jorge Alcalde, director de la revista Esquire, reflexionan sobre “La vacuna de la esperanza”
“No se puede imponer la obligatoriedad de la vacuna, pero se puede apelar, con transparencia y una información veraz, a la solidaridad ciudadana”. Es la conclusión a la que han llegado los tres expertos participantes este miércoles en el Foro de Encuentros Interdisciplinares de la Fundación Pablo VI “La vacuna de la esperanza”, dentro de la serie iniciada en el mes de octubre sobre “COVID-19: La pandemia de la desconfianza”.
Es verdad que, en esta carrera por la vacuna, especialmente la imagen de la vacunación de la primera mujer británica, Margaret Keenan, “ha tenido un poco de operación de propaganda”, ha comenzado Juan José Badiola, Catedrático de Patología Animal la Universidad de Zaragoza. Los británicos “han querido dejar claro que ellos eran los primeros, sin esperar a que la Agencia Europea diera su opinión”. Pero ¿eso resta confianza a la vacuna? Al contrario, “abre una puerta a la esperanza porque, si una señora de 90 años acepta ser vacunada, el resto no deberíamos tener reservas”
¿Por qué entonces, en España, según los datos del CIS, más de un 50% de la ciudadanía muestra desconfianza a la vacunación? Quizá porque “se asocia rapidez con falta de seguridad”. Pero, ésta, ha asegurado el epidemiólogo, es una visión equivocada, puesto que “en las vacunas hay también procesos extraordinarios”. Un argumento al que se ha sumado el divulgador Jorge Alcalde, que ha defendido la necesidad de dar toda la información posible sobre el proceso, con rigor y transparencia: “nunca antes en la historia de la Humanidad se había transmitido minuto por minuto el desarrollo de un medicamento, así que no puedo estar más en desacuerdo con aquellos que tienen la tentación de pensar que ha habido infodemia o un exceso de información”. En su opinión, es, precisamente, “la falta de transparencia la que genera miedos”. Por eso, “antes que obligar a ponerse la vacuna, hay que dar una buena información, porque España es una sociedad lo suficientemente madura como para aceptar la vacuna con la naturalidad que merece”.
En la misma línea se ha manifestado Miguel Ángel Vallejo, catedrático de Terapia Cognitivo Conductual de la UNED. “Los ciudadanos viven desde hace tiempo instalados en una ausencia de credibilidad por la forma en la que las autoridades han dado la información”. “Los responsables políticos no responden a lo que se pregunta y no utilizan argumentos, sino estrategias para evadir los temas importantes”. ¿Cómo pretenden paliar esa falta de credibilidad, entonces? Recurriendo a “medidas coercitivas”. Para Vallejo, ésta no es la vía. “La credibilidad depende de la fuente y, si las fuentes son fiables, la población va a aceptar de buen grado aquellas cuestiones que se les pongan sobre la mesa”.
Miguel Ángel Vallejo
Y es que en España ha ocurrido algo insólito que ha contribuido a acrecentar esa desconfianza, según reconoce Badiola. Por una parte, una diferencia de criterio entre las 17 comunidades autónomas. Y, por otra, unos expertos de identidad desconocida y muy poco diversificados. En su opinión “ha sido un error por parte del Ministerio de Sanidad no constituir comités más amplios con personas de diversas formaciones” y, sobre todo, “no hacer públicos sus nombres ni sus currículums”. “No conozco ningún país avanzado en el que haya sucedido esto”.
El control de la información
Algo similar ha ocurrido con la información sobre los efectos de la pandemia, ha continuado el director de la revista Squire, y esto sí que es extensible al resto de los países. “No se ha dado la información en toda su crudeza porque alguien, en algún momento, ha considerado que los ciudadanos no debíamos conocerla tal cual es”. ¿Y, quiénes son los principales interesados en que no se de esa información? “Ni los ciudadanos, ni los científicos, sino los poderes públicos”, a los que hemos visto en todos los países tratando “de apropiarse del relato y aprovechado su capacidad de presencia en los medios para transmitir solo una parte de la realidad”. Algo que no solo atenta contra la libertad de información, sino “que, además, priva a la sociedad de asumir la información de forma madura y responsable”. “Claro que hay que controlar las fake news, reconoce el periodista, pero desde una educación para el autocontrol”. La “infantilización de la sociedad, ocultándole determinada información, ha conducido a esa falta de responsabilidad y a las actitudes que hemos visto en la segunda ola”.
El impacto de la pandemia en la salud mental
Miguel Ángel Vallejo, director del informe realizado por la UNED en los tres primeros meses de la pandemia sobre el impacto psicosocial de la COVID-19, va más allá al afirmar que la falta de credibilidad impacta también “en la salud mental y en el estado de ánimo de los ciudadanos”. No hay que olvidar que “el estado de ánimo tiene también su incidencia en el sistema inmunitario”. Por eso, tal y como ha dicho el relator especial de la ONU para la pandemia “la vacuna más eficaz frente a la COVID-19 es la promoción de la salud mental”. Además, “si se oculta información, ¿cómo se puede después invocar a la honestidad del ciudadano?”
Ante el riesgo de una tercera ola
Otra de las cuestiones abordadas en el coloquio ha sido el impacto que la Navidad y las aglomeraciones de estos días pueden tener en el adelanto de una tercera ola. El catedrático de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza no descarta esa amenaza, pero confía en la madurez de los ciudadanos. “Hay que pensar que ésta va a ser una Navidad especial y que no podemos poner en riesgo la salud de las personas de la familia. Por eso, más que entrar en el juego de los números, hay que procurar ser pocos y juntarnos con aquellas personas que estamos que estamos acostumbradas a convivir”.
¿Una experiencia de aprendizaje?
Como toda crisis genera una oportunidad de aprendizaje, Juan José Badiola está convencido de que esta ha sido “una oportunidad magnífica para que la gente compruebe que la ciencia sirve para algo y que es necesario, por tanto, dotarla de recursos”. “No puede ser que los que ostentan responsabilidades políticas digan que la ciencia sirve y luego no lo demuestren con los presupuestos. La ciencia necesita personas cualificadas, pero también de fondos económicos, porque, si no, es imposible trabajar”. Pero también los científicos hemos aprendido, reconoce el epidemiólogo: “que tenemos un papel social y que lo que hacemos debe traducirse en responsabilidad y humildad para que la gente siga creyendo en nosotros”.
Y, sobre el impacto que la pandemia tendrá en la sociedad y en nuestros comportamientos futuros se pronuncia Miguel Ángel Vallejo: “la pandemia no nos va a hacer mejores”, a pesar del mensaje repetido como un mantra durante los meses más duros de la pandemia, “pero nos da la oportunidad de seguir luchando para no sucumbir a la desesperanza. No estamos acostumbrados a situaciones difíciles, pero el ser humano es capaz de reponerse”. Ahora bien, insiste, “no hay que olvidar que no es solo importante nuestro sistema biológico. Pongamos en la agenda la salud mental de la población”.
Y, ¿qué debería cambiar en la comunicación ante situaciones como ésta? Jorge Alcalde lo tiene claro: menos información política y más rigor científico. Y ése, desde su punto de vista, ha sido el error de Fernando Simón, que tuvo “el mayor altavoz posible que se podía tener que era salir todos los días en la televisión a contar ciencia y con el paso del tiempo dejó de contar ciencia para contar política”. En este sentido, concluye Alcalde, el director del Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias “ha sido una pequeña decepción”.