Federico Trillo: “ahora la política se ve como un enfrentamiento con tensión y ya no hay amigos. Impera un proceso poco deliberativo, muy impositivo y excluyente”
Ramón Jáuregui: “los mejores 40 años de la historia de España los hemos construido sobre las bases de un pacto conciliatorio y de una convivencia ideológica que debemos recuperar”
Ignasi Guardans: “detrás del independentismo catalán está la misma enfermedad que ha llevado a Trump y Bolsonaro al poder, a los británicos al Brexit y a la Hungría de Orbán”.
Enrique Cocero: “los votantes moderados se están quedando en casa. Por eso las victorias se están dando en los extremos”
La pandemia ha puesto en evidencia muchas de estos “males” de la política actual, centrada en el cortoplacismo y en las recetas fáciles para los problemas complejos. Mientras aumenta cada vez más la desafección y el descrédito de las instituciones, la política, influida por las redes sociales y las nuevas formas de comunicación, se convierte en una guerra de bandos, donde no hay lugar para el diálogo y los grandes consensos. La realidad sentida empieza a sustituir a la realidad vivida y la estrategia comunicativa y a corto plazo, empieza a hacer cada vez más difícil la gobernabilidad en nuestro país.
El foro “Encuentros para una nueva era”, celebrado en la Fundación Pablo VI el 16 de marzo y emitido en TRECE el 26 de marzo habló, precisamente, de esta política de las emociones en la que vivimos instalados, que está poniendo en serio riesgo las democracias. Para ello, se contó con la presencia de Federico Trillo, Letrado Mayor del Consejo de Estado, expresidente del Congreso de los Diputados y exministro de Defensa; Fernando Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica, exministro de Presidencia y eurodiputado; Ignasi Guardans, consultor de políticas públicas, exdiputado de CiU y diputado y miembro del Parlamento Europeo entre 2004 y 2009; y Enrique Cocero, consultor político, Ceo y fundador de 7-50 Estrategy.
Imágenes del encuentro “La democracia del corazón” celebrado en la Fundación Pablo VI
¿Está la política en sus horas más bajas? ¿Por qué no hay consensos? ¿Por qué los buenos gestores y las mentes más brillantes no quieren dedicarse a la política? ¿Han muerto las ideologías, tal y como teoriza Francis Fukuyama en su libro “La caída de la historia”? Fueron algunas de las preguntas lanzadas por el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, a los participantes en la mesa de diálogo.
“Fukuyama es tan brillante como ficticio”, ironizó Federico Trillo, que empezó defendiendo la pervivencia y la necesidad de las ideologías. De hecho, “las ideas de centro derecha, junto a las socialistas, son mayoritarias en todo el continente europeo”. Quizá hoy, defendió el expresidente del Congreso de los Diputados, haya que hablar “de principios ideológicos más que de ideas cerradas, pero, de ningún modo, se puede perder ese referente y no creo que sea bueno”.
En la misma línea se manifestó el ex eurodiputado socialista Ramón Jáuregui. “Creo que las ideologías siguen siendo necesarias. Otra cosa es que sean capaces de responder a los problemas que las ciudadanías no están expresando”. Problemas derivados directamente de la globalización, o de un “neoliberalismo demasiado desregulatorio” que favorece la deslocalización industrial, y que está aumentando la desigualdad y la incertidumbre. Los paradigmas han cambiado y los partidos clásicos, lamentó Jáuregui “no somos capaces de proporcionarles ese nuevo horizonte, como sí fuimos capaces durante la segunda mitad del siglo XX”. Y es ahí donde “resurgen los populismos y rebrota el nacionalismo, que acaba generando una sociedad mucho más desflecada y más líquida”.
“El populismo responde a cualquier malestar social en clave de ellos y nosotros. Esta simplificación de la arquitectura política es lo más peligroso del momento”
Fernando Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica
¿Y los nuevos partidos? ¿En qué medida son capaces de responder a este nuevo paradigma las nuevas siglas que pueblan el arco parlamentario? Es evidente que tampoco o, al menos no de este modo, apuntó Trillo, que reconoció cómo hasta ahora, aunque las diferencias han estado siempre en política, era posible el entendimiento. “Ahora la política se ve como un enfrentamiento con tensión y ya no hay amigos”, mientras impera un proceso muy “poco deliberativo, muy impositivo y excluyente”, influido, quizá, por la dinámica de las redes sociales. En ellas todo se reduce al “sí/no, me gusta/no me gusta, lo que es simplificador al máximo”, conduciendo a una “tribalización”, en la que unos alimentan una idea y los otros la contraria sin mediación, de modo que “estás consumiendo tus propios sentimientos en tu propia red social”.
Un ejemplo claro de esto lo hemos vivido en la pandemia y en esos intentos de simplificar al máximo las soluciones para un problema tan complejo, del que se desconocía tanto el origen como la forma de atajarlo. “La política se ha hecho más compleja porque muchos problemas están interrelacionados y comprometen a muchas generaciones”, explicó Ramón Jáuregui, “y sus soluciones deberían ser acordadas con consensos políticos más amplios”. Y, sin embargo, ¿qué es lo que se hace? “Caminar en el sentido contrario”, buscar el enfrentamiento, simplificar las respuestas y, por tanto, las soluciones. Y a esto se le llama populismo que “en el fondo, lo que nos plantea es que cualquier malestar social, el que sea, se responde en clave de ellos y nosotros” (véase el ejemplo de Le Pen o Salvini). Y “esta simplificación de la arquitectura política es para mi lo más peligroso del momento”, reconoció el ex eurodiputado, que manifestó su temor por cómo la polarización invade todos los terrenos de la población española. Por ejemplo, “el 4 de mayo en Madrid hay una disputa claramente polarizada y el planteamiento que se ha hecho es el de exacerbar los sentimientos para crear una comunidad dividida”.
Enrique Cocero, consultor político, Ceo y fundador de 7-50 Estrategy
¿Significa esto que solo haya política reactiva? Enrique Cocero, consultor político, no lo cree. El problema es que “los votantes moderados se están quedando en casa, y es el votante más movilizado por aspectos radicales el que va a votar”, por lo que las “victorias, por diferentes circunstancias, siguen siendo los extremos”. Y, aunque las redes sociales tienen una gran influencia en la política, el consultor considera que hay que evitar caer en el error de confundirlas con la realidad. “Likes no son votos”, aunque en el caso de Donald Trump, claramente, su publicidad en redes, recogida después por los medios tradicionales, le llevara a ganar la campaña en 2016 con muchísimo menos coste en publicidad que la propia Hillary Clinton.
La democracia representativa, en riesgo
Otro de los problemas fundamentales que se dan en la política actual, en opinión de ambos, es la “supresión de la capacidad deliberativa”, tanto dentro como fuera de los partidos. Los ejercicios de primarias, lejos de fomentar el debate y los mecanismos de arbitraje internos que enriquecían a los partidos, “han acabado destruyendo los estamentos intermedios”. “Creíamos que las democracias internas nos iban a fortalecer y no ha sido así”, reconoció Ramón Jáuregui. “Yo no quiero negar el derecho de las bases de los partidos a elegir a sus dirigentes”, pero “el edificio deliberativo que la sociedad necesita se ha demolido”.
Y esa misma dinámica, continuó Trillo, se ha trasladado a los poderes ejecutivos, que utilizan cada vez más el mecanismo del referéndum para decisiones que deberían tomarse en la cámara de representación. “En Reino Unido, por ejemplo, los procesos deliberativos más importantes, como han sido el Brexit o la salida de Escocia se han vivido fuera del Parlamento” y “esto ha contagiado mucho a los movimientos populistas”, como hizo el Madrid de Carmena, que sometía a votación ciudadana decisiones del ayuntamiento. “Eso tiene un nombre, que se llama democracia radical, y hace perder la fe en las instituciones deliberativas y representativas”.
Federico Trillo, expresidente del Congreso de los Diputados
Recuperar los grandes consensos
Claro que es posible recuperar los grandes consensos, y, además, necesario. No en vano, apuntó Jáuregui, “los mejores 40 años de la historia de España los hemos construido sobre las bases de un pacto conciliatorio y de una convivencia ideológica que nos permitió construir juntos el país que tenemos”. Para ello, es tarea fundamental “reforzar las instituciones y defender la separación de poderes y creo que los partidos tienen que seguir haciendo su reflexión interna, para hacerlos maquinarias representativas más perfectas, que aseguren una conexión mayor con el ciudadano, que busquen la ejemplaridad en sus comportamientos, luchen contra la corrupción”, etc. El problema, continuó, “es esa tentación reformadora de todo nuestro sistema, como si todo lo que hubiéramos hecho hubiera que cambiarlo”. “Eso es no comprender que, en el año 2021 como en el 1978, el pacto reconciliatorio y de convivencia sigue siendo necesario”.
Una responsabilidad, la del consenso y la seriedad, que, en opinión de Federico Trillo, hay que exigir también a los medios de comunicación. “Todos sabemos que están pasando una situación difícil”, pero “habría que exigirles un poco de altura”, porque en este momento “están siendo un escándalo”. “Eso sí que es democracia del corazón y del cotilleo y del radicalismo y del vocerío”, denunció. Del mismo modo que ocurre en las universidades. “Menos repartir máster y títulos ad hoc y más sentido de la excelencia y de la exigencia”.
El siglo de los nacionalismos
Una de las consecuencias de esta dinámica de los contrarios y del malestar social generalizado es el rebrote de los nacionalismos, que buscan “quebrar los mecanismos de cohesión de las sociedades”. Tal y como alertaba el sociólogo Alain Touraine hace ya más de 20 años, explicó Ramón Jáuregui, “si el siglo XX había sido el siglo social, el XXI sería un siglo de los nacionalismos” populistas, ofendidos y agresivos. Y eso “no quiere decir que todos los nacionalismos sean populistas” o lo hayan sido, pero sí que “todos los populismos son nacionalistas”.
Una tesis que comparte Ignasi Guardans, ex diputado de la extinta CiU y miembro del Parlamento Europeo hasta 2009, para quien los múltiples errores cometidos, tanto por el nacionalismo catalán, como por los gobiernos centrales, han llevado a la situación en la que nos encontramos. “No podemos identificar nacionalismo solo con aquellos que quieren romper un estado”, dijo, porque “no hay que olvidar que puede haber nacionalismo que ocupa el estado entero, que niega la diversidad identitaria y que intenta construir falsas sociedades monolíticas”. “Cuando eso prospera, y es lo que ha sucedido en España, es el quid del populismo”. Guardans cree que en el origen de todo ha habido errores y miedos, y, “aunque esto no justifica lo que ha venido después”, es el miedo el lleva “a encerrarte en tu propio territorio, en tu propia identidad y a ver cualquier tipo de propuesta como enemiga”.
“No podemos identificar nacionalismo solo con aquellos que quieren romper un estado. No hay que olvidar que puede haber nacionalismo que ocupa el estado entero, que niega la diversidad identitaria y que intenta construir falsas sociedades monolíticas”
Ignasi Guardans, consultor de políticas públicas y exdiputado de CiU
Para el jurista, aunque con respuestas diferentes, en el fondo detrás de estos fenómenos “está la misma enfermedad que ha llevado a Trump y Bolsonaro al poder, a los británicos al Brexit y a la Hungría de Orbán”. “Si cambias las frases, los discursos son muy similares: protección de lo tuyo y que no te lo quiten”, sin olvidar tampoco que en el discurso de muchos de “los que presumen de amar España, está una España que no existe, en la que solo está su idioma y su forma de ver las cosas”. Y eso, alertó, “está haciendo también un grave daño al país”
Recuperar la centralidad
Esta fragmentación de la sociedad y de la política hace cada vez más difícil la gobernabilidad, sumida en el bloqueo constante. Mientras Jáuregui considera que “nada puede hacerse al margen de las dos familias políticas”, Ignasi Guardans no cree que el “bipartidismo clásico”, siga siendo válido. Pero tampoco parecen serlo los nuevos partidos, en los que “las voces son piramidales y por debajo no hay representación ninguna”. “La clave no es tanto que tengan que surgir muchos partidos que hagan España ingobernable, sino que los partidos tengan mucha más riqueza interior”, apuntó.
Los españoles más jóvenes no han valorado suficientemente lo que tenemos y que hacer un esfuerzo por poner en valor el trabajo que se ha hecho durante estos 40 años. Solo un 8 por ciento de la población mundial tiene una plena democracia.
Tampoco la clave está tanto en la creación de un partido de centro, sino en buscarlo dentro de los partidos. “Una cosa es el centro y otra la centralidad”, aclaró Jáuregui “y todos los gobiernos en España han buscado la centralidad cuando han gobernado, porque gobiernan para todos los españoles”. Eso, desgraciadamente, “empieza a desaparecer”, frente al alimento “de las pasiones extremas”. Efectivamente, coincidió Guardans, “el centro ha estado en el PP y ha estado en el PSOE (como lo ha estado en los partidos nacionalistas moderados), pero la centralidad se ha perdido cuando cada uno ha ido a buscar su extremo”. Y eso, lamentó, se está viendo reflejado en los procesos electorales próximos.
Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI
¿Gestores o políticos?
¿Por qué los buenos gestores no quieren dedicarse a la política? ¿Dónde están las mentes brillantes?, les preguntó Jesús Avezuela. Efectivamente, en los últimos tiempos se vislumbra que los buenos gestores tienden a irse más al sector privado que al sector público, lo que, en palabras de Ignasi Guardans, “supone una situación dramática”. El ex diputado de CiU apuntó a varias causas, que “tienen que ver mucho con la forma en que los medios de comunicación han desprestigiado la actividad política”. En España sucede que “cuando un profesional interrumpe su vida profesional para dedicarse a la política, queda manchado para siempre”, y esto no hace atractivo “a la gente brillante y con más capacidad de gestión incorporarse a la vida política sabiendo que es un paso en la vida o un período de servicio del que se puede volver”. La consecuencia es que los partidos cuentan con personas “con menos experiencia y capacidad de gestión”.
Trillo fue mucho más crítico y lamentó que los partidos se estén nutriendo de “generaciones nuevas, que han empezado con 19 años teniendo un puesto y un sueldo que no han ganado en el ejercicio de una actividad libre o dependiente”, por lo que “se han acostumbrado a vivir de la política”. Y eso “es gravísimo”.
En cualquier caso, completó Jáuregui, “la ejemplaridad” y la “credibilidad” tienen que estar siempre. Para el ex eurodiputado socialista “es hora de hablar más de soluciones” que de diagnósticos para que “la gente pueda encontrar esperanza en la política”.
Apreciar el valor de la Democracia
Para terminar, el expresidente de Congreso de los Diputados, Federico Trillo, quiso mandar un mensaje a los más jóvenes. “Solo el 8 por ciento de la población mundial tiene una plena democracia” en el mundo. ¿Eso qué significa?, que no podemos infravalorar “el gran esfuerzo que se ha hecho a lo largo de estos 40 años” para tener una Democracia. “La libertad solo se sabe valorar cuando no se tiene, así que espero que no tengamos que llegar a eso” para apreciarla, concluyó.