No hay liderazgo sin servicio a las personas y no se puede trabajar en la transformación de la realidad sin tener en cuenta a las personas más vulnerables.
El programa de liderazgo iberoamericano de la Fundación Pablo VI se ha centrado este martes, 29 de marzo, en reflexionar sobre cómo transformar la realidad desde la colaboración, la cooperación, la educación y las organizaciones sociales.
Los últimos datos que Foessa ha puesto sobre la mesa reflejan que es necesario un cambio de modelo, puesto que cada vez son más grandes las brechas entre la riqueza y la pobreza y se constata que “el crecimiento no es necesariamente desarrollo”. Así lo ha explicado Raúl Flores, el coordinador del informe, en la primera sesión de la jornada, poniendo sobre la mesa las nuevas formas de exclusión que llevan a hablar de un nuevo tipo de pobreza: la precariedad laboral, la temporalidad, la pérdida de poder adquisitivo, la soledad, la brecha digital…
“Hay dos tipos de pobreza: la que vemos (mendigos) que es mínima, y la invisible (gente que trabaja pero que no llega a fin de mes) que es la mayoría. Si reducimos el problema (pensar que los pobres son solo gente sin hogar) reducimos la solución”, les ha dicho el también coordinador de Estudios de Cáritas.
Las cifras constatan esta realidad: los más pobres han perdido un 16 % de su renta y los más ricos han ganado un 5 %, por lo que la distancia entre ambos ha aumentado un 25%. Y cada vez el dinero vale menos, porque lo que se necesita para estar dentro de la rueda de la sociedad es cada vez más costoso: no sirve con tener un dispositivo, sino que ahora se requiere el dispositivo, la conexión y las habilidades y “en muchos lugares no hay ni puerta a lo digital para meter las llaves”.
En este contexto, “un liderazgo al servicio de las personas no debería estar al margen de estas realidades” y debería ser, por tanto, transformador, buscando dar respuesta a las incertidumbres de este mundo. Para el responsable del informe FOESSA este liderazgo tiene que hacerse en conjunto y en colaboración del otro y no en solitario (a través de ONGs, Fundaciones u organizaciones); tener la capacidad de inspirar a otros para que realmente provoque un cambio; generar notoriedad e impacto; tener independencia política para pensar en el bienestar general y poder exponer con libertad a todos los partidos; y pensar en el bien común, que no es lo mismo que el interés general. “O nos salvamos en racimo o no nos salvamos”, ha concluido.
Tras la ponencia de Raúl Flores, Federico Buyolo, director de innovación cultural de la Fundación Ortega y Gasset, les ha hablado de la educación como herramienta de transformación. Después de hacer un recorrido por los hitos de la educación en nuestro país, poniendo en valor el esfuerzo de instituciones como la Residencia de Estudiantes o la Institución Libre de Enseñanza en los años 20, y aquellos años 80 con las primeras leyes educativas tras la dictadura, el que ha sido hasta ahora director adjunto del Ministerio de Educación ha hablado de los retos futuros del sistema educativo que, si bien han de estar ligados a los retos del mercado laboral, no pueden depender solo de cómo se adaptan a él, sino de lo queremos ser como personas: “La educación es una forma de empoderar a la población y de configurar la inteligencia colectiva”. Y, quizá, el problema de cómo adaptarse no sea tanto del propio sistema educativo, sino del sistema económico y global.
Por la tarde, los jóvenes han visitado la sede de Manos Unidas, donde Juan de Amunátegui, coordinador de proyectos en América Latina les ha explicado los proyectos que esta organización para el desarrollo tiene en el continente, en áreas como la salud, la igualdad, la soberanía alimentaria, el medio ambiente y el cambio climático.
En los últimos tres años, por ejemplo, la organización ha aprobado 185 proyectos, por importe de 11,7 millones de euros, destinados a promover los derechos y oportunidades de más de 375.000 mujeres en estos países. Y solo en 2021, Manos Unidas promovió múltiples proyectos relacionados con la igualdad en el acceso al agua potable por valor de más de 1 millón de euros, que beneficiaron directa e indirectamente a 170.000 personas en África, América Latina y Asia.