La biotecnología, la revolución tecnológica, sus avances, su evolución, sus posibilidades y sus límites han sido los grandes temas de la sesión del programa de liderazgo iberoamericano de este miércoles, 30 de marzo.
Porque no hay liderazgo sin un conocimiento interdisciplinar de las grandes cuestiones que nos afectan. Porque no hay ciencia sin ética y tecnología sana que no se ponga al servicio de las personas.
La mañana ha arrancado con Lluis Montoliu, doctor en Biología, investigador en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC e investigador y miembro del Comité de Dirección del Centro de Investigación Biomédica en Red en Enfermedades Raras (CIBER-ER) del Instituto de Salud Carlos III, que ha realizado una exposición sobre las aportaciones tecnológicas relevantes a la transgénesis animal, y sobre el uso de la tecnología CRISPR de edición genética en nuestro país, de cuya introducción es pionero.
En su intervención ha explicado los avances en los cultivos transgénicos de los que España produce hasta un 92 por ciento, defendiendo las múltiples posibilidades que ofrecen, como, por ejemplo, la de no tener necesidad de usar herbicida puesto que ellas generan su propia protección, una mayor productividad, etc.
Tras la ponencia de Montoliu, Sara Lumbreras, Doctora en Ingeniería, profesora en la Escuela de Ingeniería y miembro del Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad Pontificia Comillas ha tratado de responder a la pregunta de si la tecnología nos está llevando hacia un futuro en el que el hombre puede superar sus propios límites: la enfermedad, el envejecimiento o la propia muerte.
Desde su propia definición, “transhumanismo es ese movimiento intelectual y cultural que afirma que es posible y deseable mejorar la condición humana, especialmente a través del desarrollo y la aplicación de tecnologías para eliminar el envejecimiento e incrementar considerablemente las capacidades humanas en el plano intelectual, físico y psicológico”. Pero ¿se puede hacer realidad? ¿puede el hombre matar la esencia del propio ser humano? ¿Cuáles son los límites del desarrollo tecnológico?
Para la profesora, el sentido que se le debe dar es el que determina que una aplicación tenga consecuencias humanizadoras o deshumanizadoras. La nueva encrucijada (sanitaria, económica, política, ambiental, social, epistemológica) nos lleva a un cambio de paradigma y está en nuestra mano decidir si ponemos la tecnología al servicio del hombre o al revés.
En la misma línea se ha orientado la última ponencia de la jornada, a cargo de José Ramón Amor Pan, coordinador del programa de liderazgo iberoamericano y del Observatorio de Bioética y Ciencia de la Fundación Pablo VI. En ella ha tratado de poner en valor la importancia de la bioética como guía para la toma de decisiones en el campo de la salud, de la investigación, de los tratamientos médicos o los cuidados.
Desde la creación de esta disciplina como un puente que unía la ciencia con las humanidades, se ha constituido como una especie de árbitro para vigilar el buen hacer en las decisiones médico-sanitarias, bajo 4 principios: beneficencia, no-maleficencia, autonomía y justicia. Se invoca mucho a los Comités de Bioética, especialmente en tiempos de pandemia, y, sin embargo, “para los políticos es una mera cosmética y en la mayoría de las ocasiones ni se escucha a los comités”, ha lamentado el profesor Amor Pan.
En este mundo global en el que nos encontramos en el que los problemas son globales, José Ramón Amor Pan ha llamado a una “bioética global, afectiva y efectiva”, que deje a un lado los propios “egoísmos y narcisismos que llevan a justificar determinadas actitudes” y que esté basada en la cooperación inteligente.
En este momento en que “la humanidad camina hacia una cultura que no cuida a los más frágiles”, el coordinador del observatorio cree que es necesario hacer del cuidado “un valor político”. “A veces no se trata de cambiar leyes, sino cambiar consensos y actitudes”