La Facultad de Ciencias de la Información de la UCM acoge la presentación del libro “Huella Digital: ¿servidumbre o servicio?"
La inteligencia artificial está transformando nuestras vidas. La revolución tecnológica afecta a mucho más que a nuestras acciones cotidianas, impacta muy directamente en nuestra forma de ver el mundo. Esta tecnología basada en los datos abre múltiples desafíos sociales, éticos y culturales “que precisan de un análisis profundo y de un encuentro entre la ciencia y las letras, la tecnología y las humanidades”.
Desde esta vocación de “encuentro y discernimiento”, como la define el director general de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, se ha publicado el libro Huella Digital: ¿servidumbre o servicio? que recoge las reflexiones realizadas durante dos años en el seminario del mismo nombre, en el que tecnólogos, filósofos, economistas, sindicalistas y profesionales del mundo de la política, las nuevas tecnologías, los medios de comunicación o la publicidad (como Victoria Camps, Richard Benjamins, Alfredo Pastor, Albert Cortina, Jesús Avezuela, Julio Martínez, Sara Lumbreras, etc.) han analizado las implicaciones del uso de la huella digital y cómo ayudar a su gobernanza .
Uno de los ámbitos donde más se percibe este impacto de la tecnología basada en el uso de algoritmos es el de la comunicación y la publicidad. Precisamente por eso ha sido la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid el lugar elegido para la presentación del libro con la presencia de varios autores de sus autores, como Juan Benavides, catedrático de Comunicación; Alfredo Marcos, catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Valladolid; Richard Benjamins, Chief AI & Data Strategist de Telefónica; Patricia Núñez, catedrática de Ciencias de la Comunicación Aplicada de la UCM, en un coloquio moderado por el profesor de la misma facultad, José Olivares.
Un libro que, en palabras del decano de la Facultad de Ciencias de la Información, Jorge Clemente, aborda un asunto fundamental, porque la huella digital “ha cambiado la forma de comunicar y de percibir la realidad, además de generar más polarización y menos libertad”.
En primer lugar, porque, para el catedrático Juan Benavides, la comunicación es cada vez más pobre y simple, con un discurso y unos lenguajes que acaba contagiando todos los ámbitos, incluyendo el de la política. “Tengo la teoría de que el éxito del lenguaje publicitario ha triunfado en el lenguaje público y no se va más allá”. Y en esto influyen de forma muy significativa las redes sociales que nos dicen hasta cómo tenemos que orientar el titular y no facilitan “el espíritu crítico”. Y esto, que no parece tener vuelta atrás, en palabras del profesor de comunicación, no da lugar al optimismo, porque “es difícil educar en valores con ese mensaje”.
Alfredo Marcos quiso comenzar su intervención clarificando términos. Porque, para el catedrático de Filosofía de la Ciencia, un primer paso para que ese mundo digital “no nos deconstruya a nosotros” es dejar de mitificarlo. Los términos aprendizaje profundo, inteligencia artificial, etc., son “retóricas” para dar poder a una máquina que, en sí misma, no es inteligente si no es por la intervención humana. “Un robot que juega al ajedrez es tan interesante como un aspirador”, pero vender las máquinas como inteligentes “tiene muy buena venta”. Y es esa retórica la que, en su opinión, nos está convirtiendo en siervos de la tecnología. Para el catedrático de la Universidad de Valladolid, los problemas no son “de la digitalización, sino de la sociedad misma”, por lo que “es mucho más sensato educar a las personas en valores y virtudes, que educar al algoritmo”. Y parte de la responsabilidad de la sociedad es también la de “romper los monopolios de poder” sobre la tecnología, para que no esté en manos de unos pocos.
Incluso el propio tecnólogo, Richard Benjamins, reconoció cómo nuestro rastro digital contribuye a la polarización de las sociedades, no por la tecnología en sí misma, sino por las personas que están detrás de ella. Se está creando, no sólo “un modelo de negocio para generar más negocio”, sino para convertirnos en “sociedades infantiles” y fácilmente influenciables, que jugamos, además, con desventaja frente a China. Mientras en Europa, por ejemplo, la herramienta de Tik Tok es utilizada para recomendar información sobre ciencia, en Europa es usada para la frivolidad. “Como ciudadanos, advirtió, tenemos la responsabilidad de actuar. No podemos dejar todo en manos de la buena voluntad o la regulación”.
Alfabetización algorítmica
Este cambio vertiginoso que perciben las generaciones más maduras es prácticamente imperceptible para las generaciones de los llamados “nativos digitales”, para los que es el único universo conocido. Para esta generación “no existe un mundo off y un mundo on”, explicó Patricia Núñez, catedrática de Ciencias de la Comunicación Aplicada, y directora de la Cátedra Complutense Extraordinaria de Marketing y Comunicación Infantil y Adolescente, pero eso no significa que la forma de relacionarse con la tecnología implique solo apretar un botón, “sino también ser críticos a la hora de ver los contenidos y de crearlos”.
La profesora apuesta por una “alfabetización algorítmica” y un cambio real en los planes de estudio para dedicarle más tiempo a esta formación en los colegios. “Quizá, dijo, debemos pensar que los planes de estudio tienen que ser más ágiles y enseñar a los niños y las niñas el mundo en el que viven”.
Alfredo Marcos, muy contrario a esa tendencia de llenar las aulas de IPads, reivindica para estos entornos “la calma analógica”. “Uno va a la escuela para que le enseñen mundos antiguos, para que le abran otros mundos”. En un futuro, del mismo modo que ocurre con los hijos de Silicon Valley, cree que “quien pueda permitirse el lujo de aislar a sus hijos de la digitalización lo hará”.
Ese es, en definitiva, el objetivo de este libro, como concluyó el director del Seminario ¿Huella Digital: servidumbre o servicio?, Domingo Sugranyes, “crear un movimiento de conciencia y discernimiento para llevar también a las aulas", para que cuando haya que tomar decisiones, éstas se hagan con “sentido ético y crítico”.