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Tras dos años de trabajo y reflexión, este jueves se ha puesto punto y final al Seminario “El trabajo se transforma”. Con las conclusiones, presentadas por el director del Seminario, Domingo Sugranyes, se ha tratado de sintetizar los asuntos abordados en las 15 sesiones desarrolladas durante este período, en las que han participado hasta 40 expertos de varios entornos profesionales y sensibilidades.
PRESENTACIÓN DE CONCLUSIONES
La transformación del mundo del trabajo con la revolución tecnológica; la globalización y sus efectos; la flexibilización, el teletrabajo o los nuevos modelos de negocio, etc. y cómo estos cambios han impactado, no solo en las realidades concretas, sino en las relaciones laborales y sociales (el diálogo social, el cuidado, conciliación, salud y accesibilidad) han sido algunos de los temas fundamentales que se han abordado en este tiempo, con filósofos, tecnólogos, economistas, sindicalistas, académicos, etc.
Una lectura desde la DSI
Aunque todas las revoluciones tecnológicas han sido disruptivas, la llamada revolución digital va mucho más allá, puesto que, dice el texto de conclusiones, “supone el riesgo de consolidar una sociedad fracturada”. Hay incertidumbre sobre la forma en la que evolucionará el trabajo humano y sobre la forma de distribución de las rentas; un riesgo de inadaptación de la educación y la pérdida de contenidos y disciplinas humanistas; un vacío cultural ante la ociosidad y el tiempo libre, etc.
Lejos de visiones apocalípticas, cortoplacistas y polarizadas, este seminario ha apostado por una visión realista, optimista y de largo plazo, desde la óptica de la doctrina social de la Iglesia.
Además de la presentación del documento de conclusiones y recomendaciones, puestas a disposición de empresas, instituciones públicas y privadas, o el ámbito académico y sindical, el acto dio lugar a un coloquio posterior, entre José Manuel González-Páramo, economista y profesor del IESE; María Lladró, empresaria, autora del libro Valuismo; José Moisés Martín Carretero, director de Red2Red Consultores; Celia Ferrero Romero, vicepresidenta de ATA; Mons. David Abadías, obispo auxiliar de Barcelona; y Begoña Cueto, catedrática de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.
¿Hacia una renta universal?
José Manuel González-Páramo, economista y profesor del IESE, apuntó a un escenario “tremendamente incierto” en el que la inversión en software está llevando a muchos trabajos a caer. Y no se trata “solo de los más rutinarios y repetitivos, sino también los cognitivos, con el claro ejemplo de ChatGTP”, lo que genera un serio problema de distribución de la renta y de reparto de los beneficios, no condicionados solamente al nivel de productividad. Siendo conscientes de que el trabajo es algo más que producir bienes y servicios, explicó el profesor González-Páramo, “entonces la prosperidad generada por la tecnología ha de ser compartida por toda la sociedad pese a que ésta detraiga empleo”. ¿Cómo se podría articular esto? Quizá “con la combinación de transferencias y subsidios”, no solamente asociados al hecho de haber acumulado un derecho.
El economista José Moisés Martín Carretero, autor, entre otras publicaciones del libro El futuro de la prosperidad, considera que “el PIB ya no es la medida eficiente del valor social que se genera a través del proceso de producción” (puesto que la productividad se está concentrando en estas empresas tecnológicas) y que, por lo tanto, es necesaria “una nueva significación de esa concepción social del trabajo”.
Sin embargo, cree que el mercado laboral en España tiene grandes problemas que resolver antes que los generados por el desarrollo tecnológico.
El trabajo mucho más que un empleo
La segunda parte de la mesa redonda estuvo centrada en la dialéctica entre trabajo y empleo, partiendo de la idea de que hay determinados trabajos que generan un gran valor y, sin embargo, no están reconocidos. El estatuto del trabajador autónomo, aun teniendo en cuenta sus dificultades propias, mantiene una flexibilidad que quizá permita superar unas fronteras rígidas entre trabajo y empleo.
Celia Ferrero, vicepresidenta de la Federación de Autónomos en España, destacó el protagonismo que están cobrando esas formas atípicas de empleo que “representan el 40% de todo el trabajo de la UE”. “Se habla mucho de delivery o los riders, pero hay miles de plataformas que funcionan bajo esas premisas: personas que tienen disposición y en el momento en el que hay una oferta se subasta ese trabajo”. Eso sí, insistió, “hay que reclamar que, sea cual sea el trabajo, su protección social sea acorde al mismo”. Y para ello González-Páramo reclamó una legislación adecuada, puesto que existe un alto riesgo de precariedad en estos trabajos no típicos.
Por su parte, Monseñor David Abadías, obispo auxiliar de Barcelona, explicó la importancia que tiene la Iglesia en el ámbito laboral como generadora de trabajo formal, pero también informal, a través de la colaboración de voluntarios o personas que prestan servicio de forma desinteresada ahorrando una gran cantidad de dinero al Estado. “La Iglesia es la principal generadora de trabajo después de las administraciones públicas”, dijo.
El reto de la formación
La última parte del coloquio abordó la cuestión de la formación ante un nuevo contexto que prima las competencias frente a una formación basada en el discernimiento, y que reclama al trabajador una formación continua para poder ser competitivo en el mercado laboral.
La intervención de María Lladró, empresaria y autora del libro Valuismo, comenzó poniendo sobre la mesa la urgente necesidad de apostar por un sistema económico que no esté basado en el capitalismo sino en el valor que genera cada trabajador, que es lo que denomina “valuismo”. “En el mundo del trabajo hay mucho sufrimiento y mucha tristeza”, explicó, y “sólo el 21% de los trabajadores están implicados en el trabajo”.
Coincidiendo con José Moisés desechó el PIB como medidor de la productividad, frente a un valor que está también en los saberes y en todo aquello que no tiene un retorno económico inmediato.
“Ojalá la universidad siga formando también en esa capacidad para pensar”, respondió Begoña Cueto, catedrática de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo. En su intervención coincidió con ese planteamiento de reflexión del seminario de que haya una formación adecuada para abordar con éxito los nuevos trabajos sin abandonar las humanidades, así como la necesidad de que haya una formación permanente, a lo largo de la vida, promovida también desde la propia empresa. Sin embargo, tal y como explicó, los datos ponen de manifiesto cómo hasta un 30% de las empresas no ven esa necesidad.
Para la catedrática de Economía Aplicada, esta formación permanente tiene que ser competencia de todos los agentes implicados en el proceso, y debe estar destinada a desarrollar aquellas capacidades que no tengan una obsolescencia rápida, centradas “en la creatividad, en la capacidad de adaptación, de resolver problemas, etc”.
María Lladró, por su parte, apuesta por lo que denomina “aprendizaje vertical”. Esto es, “elevar nuestra conciencia para ser capaces desde ahí de cambiar nuestro modo de entender el mundo”. “En vez de cambiar las cosas, el foco está en cambiarnos a nosotros mismos”, dijo. Porque “según lo que yo tengo en la cabeza puedo frenar o acelerar procesos”.
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