La segunda semana del programa de liderazgo comenzó con un taller de liderazgo sistémico desarrollado por la ya habitual en el programa Inmaculada González Armero, promotora y directora de Systemicall. Una formación que se utiliza con el objetivo de hacer realidad la mejor versión de personas y organizaciones, ayudando a desenredar nudos, ordenar y despertar potenciales para crecer.
Durante toda una mañana los jóvenes han estado participando en una dinámica de liderazgo sistémico, que busca dotar al líder de las habilidades necesarias para hacer funcionar con suavidad los engranajes de un equipo o un grupo de personas. Este tipo de liderazgo resulta particularmente útil en las organizaciones y equipos. El liderazgo sistémico también está especialmente indicado en temas de sucesiones de PYMES familiares, en las que el proceso de sucesión suele fracasar.
Después de esta formación, la tarde ha estado dedicada a conocer los riesgos que se presentan con el mundo digital. José Rosell, un ingeniero valenciano y emprendedor tuvo la gran visión, en el año 2004, cuando apenas nadie hablaba de ciberseguridad, de montar una empresa dedicada a la seguridad en internet para combatir todas aquellas amenazas que las empresas y los particulares se encuentran en el mundo digital.
El Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), a través del CERT, cifró en 83.517 los incidentes de ciberseguridad en el ámbito digital, de los cuales más de 58 mil afectaron a la ciudanía (usuarios de Internet) y el resto -más de 22.000- a las empresas privadas (incluidas las pymes, micropymes y autónomos). Esto es solo la punta del iceberg, porque son muchos más los que denuncian o los delitos telemáticos que no son atendidos. Tan solo el 20% es denunciando, y el 80% del cibercrimen no se denuncia.
No en vano, la industria del cibercrimen es la tercera mayor economía del mundo, y la guerra de Ucrania ha multiplicado el número de incidentes digitales muy graves. Conocer los grandes desafíos de esta revolución digital es uno de los retos del liderazgo por el que apuestan la Fundación Conexus y la Fundación Pablo VI.