Entre las instituciones participantes en el Seminario “El bien común en la era digital” ha estado la Fundación Pablo VI
Robótica, datos falsos, debates manipulados, poder sin ética... ¿Cómo puede la humanidad asegurarse de que la tecnología está al servicio del hombre y no contra él? Éste ha sido el principal tema del Seminario sobre “El bien común en la era digital” que se ha celebrado del 26 al 28 de septiembre en Roma.
Organizado por el Pontificio Consejo para la Cultura y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Seminario ha congregado a instituciones públicas y privadas, universidades y centros de investigación y estudio de la inteligencia artificial y sus aplicaciones en todo el mundo (Parlamento Europeo, OTAN, Harvard, Georgetown, Comillas, Telefónica, Accenture, Facebook, Mozilla, Linkedin y la propia Fundación Pablo VI, elegida como centro de referencia en cultura digital)
Durante la audiencia que el Santo Padre ha tenido con los participantes en este Seminario, les ha instado a poner el progreso al servicio del bien común. Porque, de lo contrario, “conduciría a una desafortunada regresión y a una forma de barbarie dictada por la ley del más fuerte”. No puede considerarse progreso aquello que es una fuente mayor de desigualdades, les ha dicho el Papa: “Mientras una sola persona sea víctima de un sistema, por muy evolucionado y eficiente que sea, que no logre valorizar la dignidad intrínseca y la contribución de cada persona, su trabajo no estará terminado”.
Citando la Laudato Si’, el Papa Francisco ha recordado la necesidad de no olvidar la ética en el uso de la tecnología porque, si es el paradigma “tecnocrático dominante” el que rige su control y su uso, limitando otros factores de desarrollo, conlleva “enormes peligros para toda la humanidad”.
Los riesgos de la robótica y la inteligencia artificial
Francisco ha puesto como ejemplo la robótica aplicada al mundo del trabajo. “No hay duda de los notables avances e implicaciones cada vez más significativos que tienen en todos los sectores de la acción humana”. Por ejemplo, “puede poner fin a trabajos agotadores, peligrosos y repetitivos que con frecuencia causan sufrimiento, aburrimiento y embrutecimiento”. Pero “si buscan solo el beneficio económico o se realizan con fines tendenciosos, pueden ocasionar un gran perjuicio a la sociedad, privando a miles de personas de su trabajo y poniendo en riesgo su dignidad”.
También la inteligencia artificial puede “favorecer un mayor acceso a las informaciones veraces y, por lo tanto, de análisis correctos”, pero cuenta, asimismo, con potenciales peligros, como el de “hacer circular opiniones tendenciosas y datos falsos que podrían envenenar los debates públicos e incluso manipular las opiniones de millones de personas, hasta el punto de poner en peligro las mismas instituciones que garantizan la convivencia civil pacífica”.
“Por lo tanto, queridos amigos, ha dicho a los participantes en la audiencia, les agradezco su trabajo en un esfuerzo de civilización, que también se medirá por el objetivo de reducir las desigualdades económicas, educativas, tecnológicas, sociales y culturales”. Y les ha recordado que para que la tecnología pueda llevar a un verdadero progreso, éste debe ir acompañado “de una ética basada en una visión del bien común, una ética de la libertad, la responsabilidad y la fraternidad, capaz de favorecer el pleno desarrollo de las personas en relación con los demás y con la creación”.