30/01/2025
Presentación de libro
“Inteligencia artificial y humanismo. Las voces de la Universidad y la empresa”
05/02/2025
Presentación del libro de María Lladró: “Las siete carpetas de Angelique. Un relato sobre la ética en la empresa”
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Síntesis de la sesión del 16 de enero de 2025
Entre las circunstancias que condicionan la respuesta europea a los retos de transformación tecnológica y social, la capacidad financiera privada y pública juega un papel esencial para afrontar las grandes inversiones necesarias, como señala el Informe Draghi. Los acuerdos sobre la financiación europea, a su vez, dependen de unos complicados procesos de decisión entre estados nacionales, entre los que existe una cierta diversidad de situaciones y de aspiraciones; sin embargo, la magnitud de los problemas requiere indiscutiblemente soluciones colectivas a la escala de la Unión Europea.
¿Conseguirán la nueva legislatura europea, la nueva Comisión, el nuevo presidente del Consejo, la nueva alta representante para Asuntos Exteriores movilizar las voluntades hacia un renuevo de eficacia y de esperanza? Para seguir profundizando en estas cuestiones, en la sesión de enero del seminario se presentaron ponencias de Pilar L’Hotellerie-Fallois, asesora senior en el Departamento de Relaciones Institucionales y Coordinación Europea del Banco de España; y de Francisco Aldecoa Luzárraga, politólogo, catedrático de la UCM y presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo. A continuación, se abrió el debate entre miembros del seminario, moderado por Jesús Avezuela y Domingo Sugranyes.
Diagnóstico
Pilar L’Hotellerie explicó que, frente a la crisis financiera, a la pandemia y ante la amenaza que supuso la guerra en Ucrania, Europa ha mostrado una decisiva capacidad de reacción colectiva. El desafío global ante el cual nos encontramos ahora es más complejo, si cabe: el modelo de crecimiento industrial europeo está mostrando señales de agotamiento; estaba basado en fuentes de energía barata (gas ruso) y en la exportación de productos de alta mecánica, y se encuentra ahora con un comercio exterior fragmentado, una competencia china potente en determinados productos, y la ruptura del aprovisionamiento energético procedente de Rusia. La nueva administración de Estados Unidos se anuncia con intenciones proteccionistas de guerra arancelaria. Más ampliamente aún, Europa se encuentra con un triple reto radical: el de adoptar los avances de la tecnología digital, el de reconstruir una defensa autónoma y, sobre todo, el de frenar el cambio climático. El modelo europeo, igualitario y social, está basado en el crecimiento y, para subsistir, requiere que se abran vías de crecimiento diferentes a los de los últimos 70 años.
Inversión privada y pública
Las necesidades de inversión para lanzar esta nueva vía de crecimiento son enormes; en ello – por lo menos en la visión del informe Draghi – nos jugamos la continuidad de la Unión Europea y de nuestro estilo de bienestar; se estiman unas necesidades de inversión en 800.000 millones de euros por año. Según estimaciones que cita Pilar L’Hotellerie, un 75% de esas necesidades deberá cubrirlas el sector privado. Europa en su conjunto y, dentro de Europa, sobre todo los países centrales (los “frugales”) disponen de un margen importante de ahorro privado (en términos de superávit externos) que, por ahora, se dirige principalmente hacia inversiones en Estados Unidos. Cambiar esta tendencia requiere dar más financiación vía mercados financieros (frente al uso del crédito bancario), lo que supone desarrollar los mercados de acciones, obligaciones y private equity, y acelerar la unión de mercados de capitales iniciada por la Unión Europea en 2015, pero que no avanza a la velocidad requerida. Es necesario combatir un prejuicio frecuente en el pasado en Europa: que un superávit externo equivale a mayor competitividad. Baste el ejemplo de Estados Unidos, que recibe desde hace decenios un considerable flujo neto de ahorro de otros países, y es una economía muy competitiva. Para atraer la inversión privada hacia proyectos europeos, es necesario crear las condiciones que favorezcan la rentabilidad y el atractivo de estos proyectos. Y, sobre todo, es necesario disponer de mercados financieros integrados y profundos, que permitan canalizar la financiación desde los ahorradores hasta los inversores finales. El proyecto de la Unión de los Mercados de Capitales tiene ese objetivo, si bien su desarrollo se está encontrando con diversos obstáculos, sobre todo al nivel de los Estados miembros.
Parte de la inversión (25%) tiene que venir también del sector público, especialmente para los “bienes públicos europeos” como por ejemplo las interconexiones eléctricas, ya sea en forma de fondos, ya sea como incentivos. Aquí nos encontramos con el gap entre países europeos llamados “pródigos”, que tienen una historia de elevados déficits fiscales y poco margen de maniobra, y los llamados “frugales”, con mayor margen fiscal para invertir, pero cuya población es reacia a “soportar las deudas del vecino”. Los términos de este tradicional debate europeo están cambiando rápidamente: entre los países endeudados, hay grandes diferencias entre los niveles cuantitativos y cualitativos del gasto público –España y Francia, por ejemplo, tienen niveles elevados de deuda, pero con niveles diferentes de inversión pública, bajo en España y alto en Francia-; la ampliación al Este ha modificado el mapa de los países deudores y acreedores netos en las transferencias intraeuropeas; las diferencias de crecimiento entre un Sur con elevados incrementos del PIB y un centro estancado; y la urgencia de las necesidades de defensa autónoma europea: todo ello cambia profundamente el planteamiento, aunque no facilita necesariamente la solución.
Los retos pendientes a nivel europeo requieren aumentar las posibilidades de financiación colectiva de la Unión, ya sea mediante un aumento del presupuesto comunitario – ahora sólo el 1% del PIB de la Unión -, ya sea mediante la emisión de deuda conjunta, para la cual existe una demanda de mercado (siguiendo el ejemplo de los Fondos Next Generation EU después del Covid19). Ello plantea conflictos entre distintas sensibilidades nacionales, difíciles de superar; las reglas de decisión por unanimidad no lo favorecen. También luchar contra la cultura de los “balances netos”, que ignora las ventajas recíprocas que unos y otros obtienen de la acción conjunta. Las necesidades de gasto en defensa pueden ser el elemento decisivo en este sentido. La Comisión está pensando en la creación de nuevos fondos comunitarios con destino específico. Quizás, concluye Pilar L’Hotellerie, de verdad nos vaya en ello el futuro de nuestro modelo de bienestar.
¿Reformar los tratados?
Ante este diagnóstico, según responde en su ponencia Francisco Aldecoa, hace falta retomar el camino de reforma de los tratados, que permita aligerar los procesos de decisión de forma radical. Y para ello, la mejor fórmula sería probablemente la convocación de un nuevo Congreso de Europa como el que reunió a lo mejor de cada país en 1948.
La imagen creada recientemente en la opinión pública de unas autoridades europeas debilitadas es falsa. El Parlamento europeo cuenta más diputados de los extremos, es cierto, pero éstos están divididos: la extrema derecha tiene tres grupos con visiones de política exterior antagónicas, por ejemplo; los tres grandes grupos – popular, socialista y liberal – mantienen una colaboración importante. La presidenta de la Comisión, U. von der Leyen, obtuvo menos votos que en su primer mandato, pero fue en parte por razones circunstanciales – un debate interno español y la resistencia de algunos parlamentarios socialistas frente a dos de los comisarios de la derecha – que no afectan permanentemente a la mayoría sustancial que sostiene la nueva Comisión, envidia de la mayoría de los actuales gobiernos nacionales. La nueva alta representante, K. Kallas, tiene un perfil elevado y una fuerte autoridad. El nuevo presidente del Consejo, A. Costa, tiene igualmente una sólida experiencia y una confirmada autoridad. Junto con la presidenta del BCE, C. Lagarde, la presidenta del Parlamento, R. Metsola, y la presidenta del BEI, N. Calviño, hay una elevada proporción de mujeres en puestos clave. En conjunto, esta legislatura presenta un perfil de sólida orientación de centro reformista y una reforzada capacidad decisoria.
En opinión de F. Aldecoa, la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos puede ser el factor decisivo para una reacción europea. La aspiración a una mayor autonomía europea creció durante el primer mandato de Trump, de 2017 a 2021; ahora es el momento de dar pasos decisivos. Las relaciones con el Reino Unido se están recuperando. Algunos gobiernos de países miembros tienen tendencias euroescépticas, es cierto, pero el conocido como “eje francoalemán” está más fuerte de lo que dice una prensa siempre dispuesta a destacar el sensacionalismo, y los vínculos jurídicos y económicos de la Unión son fuertes. La perspectiva de una nueva ampliación hace aún más necesario el cambio de los procesos de decisión: en esta legislatura probablemente entrarán sólo dos países nuevos, Albania y Montenegro, pero hay otros países candidatos; Serbia, Bosnia y Herzegovina, Moldavia, Macedonia del Norte, e incluso Georgia y Ucrania. Todo ello justifica que se aborde seriamente la reforma de los tratados, como ha indicado repetidas veces el Parlamento europeo.
Empresas fuertes, sector público eficiente, opinión informada
En el debate que tiene lugar a continuación, se observa que la diversidad existente entre países europeos también existe entre los estados de la Unión americana. Una diferencia importante entre USA y Europa reside, sin embargo, en la diferente importancia y composición del gasto público. USA tiene una deuda pública elevada, un nivel relativamente bajo de gasto público – comparado con Europa – con una cantidad baja de servicios públicos, pero un elevado nivel de eficiencia en el gasto. En la UE hay grandes diferencias, y España no se encuentra bien situada, por ejemplo, respecto a Francia: tenemos una deuda alta, como Francia, pero un gasto público bajo y poco eficiente. Los hechos demuestran que nuestras prioridades no son las del crecimiento empresarial. Frente a ello, se preguntan varios intervinientes, ¿qué puede hacerse para impulsar una cultura empresarial más proactiva en Europa, cuando hay que medirse con campeones del empresariado privado como Estados Unidos, o del empresariado estatal como China?
Europa no cuenta con campeones digitales en el uso – o abuso – de los datos de la digitalización; pero cuenta con grandes empresas mundiales en otros sectores, por ejemplo, el energético o el farmacéutico, donde hay empresas en plena transformación para asumir los nuevos retos. Se comenta que una de las fuerzas del modelo europeo reside en el diálogo social y en la participación constructiva de los sindicatos en todo el proceso institucional de la Unión; es un tesoro que conviene poner de relieve y cultivar, porque es clave para un desarrollo basado en la cohesión social. Las medidas burocráticas no sirven para fomentar la voluntad colectiva; la realidad institucional europea es a menudo percibida a nivel popular como una selva de normas absurdas e inflexibles. Frente a ello, la responsabilidad de los medios de comunicación es grande, aun cuando es indiscutible que cuentan con menos medios que en el pasado frente a la competencia publicitaria devastadora y a la irresponsabilidad informativa de las redes sociales.
En definitiva, hay dos niveles de intervención que, a pesar de todo, permiten un cierto optimismo:
Sobre este último tema – las inversiones europeas en la “economía verde” – tendrá lugar la siguiente sesión del seminario, el 13 de febrero de 2025.
Listado de asistentes en la sesión del 13 de enero de 2025