Quizás no sea el mejor momento para escribir sobre los colegios mayores universitarios que llevan siendo cuestionados desde hace tiempo y a los que no ha hecho ningún favor el lamentable suceso acaecido al inicio de este curso con las ordinarieces que unos colegiales han dirigido a sus colegas universitarias. Ninguna justificación merece el abominable suceso más que la absoluta repudia y condena de lo ocurrido. Pero una conducta inapropiada e indeseada, como es el caso, no puede resolverse, sin más, con un proceso de destrucción de la institución poniendo en entredicho a estas organizaciones, así como a su larga y fructífera tradición.
Como es sabido, la historia de los colegios mayores en España, como instituciones educativas, se remonta al siglo XIV. Fue entonces cuando surgen estos centros con el objeto de promover una formación universitaria para aquellos estudiantes que carecían de los recursos económicos necesarios, a través de un sistema de beneficencia o de lo que hoy denominaríamos becas de estudios. Este fue el ejemplo de uno de los primeros, el Colegio de España, en Bolonia, fundado en 1364, por el cardenal Gil de Albornoz y, seguidamente, replicado ya en España por el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Salamanca; el Colegio de Santa Cruz, en Valladolid; o el Colegio de San Ildefonso, en Alcalá de Henares, entre otros muchos. Casi todos ellos mantienen su condición de colegios mayores con alguna excepción como el de Alcalá de Henares que actualmente es sede del rectorado de su universidad.
Este también es el ejemplo de otros muchos colegios mayores que se han creado ya en el siglo XX, como es el caso del Colegio Mayor Universitario Pío XII, perteneciente a la Fundación Pablo VI y creado en 1961 por el cardenal Herrera Oria, orientado a promocionar a aquellos estudiantes sobresalientes que no disponían de medios económicos suficientes para acceder a la universidad, o el Colegio Mayor Universitario Padre Poveda, que nace como tal en 1950, desplegando toda una acción favorable a promover la formación de la mujer en una sociedad donde el número de ingresos de las mujeres en la Universidad era muy escaso.
Precisamente por eso, a diferencia de otros espacios residenciales, los colegios mayores universitarios no se limitan a ser meros lugares de alojamiento habitacional, sino que en ellos se lleva a cabo un acompañamiento y formación educativa integral del grupo de colegiales seleccionados, entre otros, por sus expedientes académicos, promoviendo valores como la responsabilidad y la disciplina, la austeridad, el amor al trabajo y el servicio a la sociedad.
No en vano, el lema del Colegio Mayor Universitario Pío XII de la Fundación Pablo VI es “pro bono communi”, con un especial empeño por el diálogo, la integración, la solidaridad y la convivencia entre los colegiales universitarios que lo conforman y trabajando siempre por la excelencia y por el bien común en el convencimiento de que solo desde la cultura, la honestidad, la solidaridad y el servicio se puede construir un mundo mejor.
Ahora bien, hay que ser consciente de que estos valores y principios en los que se sustentan los colegios mayores universitarios deben ser muy cuidados y éstos deber ser particularmente pulcros en el desenvolvimiento de sus actividades y funcionamiento. Los colegios mayores, en cuanto estructuras tradicionales con una especial configuración, tienen una responsabilidad mayor: la de ser especialmente ejemplares en el desarrollo de sus actividades y cometidos. Los colegios mayores estarán destinados a persistir y a continuar siendo un referente de excelencia y calidad en el ecosistema universitario en la medida que demuestren, también, que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, comprometiéndose con los grandes temas que preocupan a la sociedad actual. Los colegios mayores tienen la gran responsabilidad de su ejemplo y estoy seguro de que, no solo sabrán adecuarse a esos cambios que la sociedad exige, sino que seguirán siendo centros de referencia y de excelencia y calidad de nuestro sistema educativo en colaboración con las universidades a las que están adscritos.
Jesús Avezuela
Director General de la Fundación Pablo VI