14/01/2025
Foro de Encuentros Interdisciplinares con la presencia de Paolo Benanti.
La importancia de la formación ética
Reseñar la importancia de la formación ética y la necesidad de promover los valores humanísticos en cualquier proyecto educativo puede parecer, de primeras, una obviedad. Es verdad que, de un modo razonable, difícilmente alguien pondría en cuestión, por ejemplo, los principios que sustentan la Declaración Universal de los Derechos Humanos o la necesidad de favorecer y promover una educación en la que se reconozca, como el pilar de todo su sistema de principios normativos, la dignidad de las personas. Sin embargo, la cuestión no es baladí, ni resulta tan simple a poco que aproximemos el foco en el devenir de la formación educativa.
Razones económicas, o culturales, u otras muy diversas han producido una evidente desigual atención y conciencia de la dignidad del individuo porque su realización y la concreción de los derechos y obligaciones está en íntima conexión con la soberanía que tienen los Estados a la hora de organizar sus ordenamientos, sus códigos de conducta, sus prioridades culturales, sus valores, sus principios.
Todo ello se hace más visible ante los avances científicos y tecnológicos que estamos viviendo en estas décadas. Y en este sentido conviene preguntarse si el progreso de la humanidad está caminando de forma independiente y de espaldas a los derechos humanos y a la cultura de las sociedades occidentalizadas y si consideramos que los avances tecnológicos y científicos deben ser orientados y conducidos por criterios ético-jurídicos, culturales, donde el Derecho, entre otros, pueda dar cauce al vendaval tecnológico en el que estamos inmersos en defensa y protección de los derechos subjetivos y bienes jurídicos (autores como Feenberg, han defendido estas tesis en la obra “Knowledge management in the digital room”). No se pretende con ello, en absoluto, adoptar una posición que desincentive la investigación tecnológica y científica, sino precisamente colaborar con ella en que sus avances –y cuantos más mejor- transcurran, eso sí, dentro de los cauces, valores y principios por todos deseados.
Todas las Constituciones de los países occidentales coinciden en que, como señala la nuestra en su artículo 44.2, “los poderes públicos promoverán la investigación científica en beneficio del interés general”. Tampoco la Ética se opone a un progreso científico y técnico cuyos efectos nadie niega que generalmente han redundado en una mejora constante de las condiciones de vida de sus ciudadanos y en el desarrollo y enriquecimiento de las sociedades en las que se integra. Pero, ciertamente, la llamada civilización tecnológica se compadece mal con los marcos temporales y territoriales tradicionales del Derecho y también de la Ética. ¿Podemos hablar de una ética universal ante un progreso científico y tecnológico que sí que es global? Los ordenamientos jurídicos tienen una dimensión natural principalmente adscrita al ámbito territorial del Estado que choca con los planteamientos que la ciencia y la tecnología formula con un carácter universal. Y podríamos decir algo similar de la Ética, quizás menos constreñida a las fronteras estatales, pero también con una dimensión muy cultural. Volvamos, en este sentido, para una mejor comprensión al concepto de “dignidad humana”. Esta expresión no tiene un único significado pues es usada, incluso, para defender causas morales opuestas. Así, por ejemplo, tanto las personas que están moralmente en contra de la eutanasia como aquellas personas que están moralmente a favor de ella apelan a la dignidad humana como el valor sustancial que le da peso a su argumentación. O lo mismo podríamos decir con experimentos que en los últimos tiempos se han hecho sobre el coche automático acerca del dilema de tener que salvar a una persona anciana o a un niño: dependiendo de la cultura, la decisión es una u otra.
A pesar de todo ello y de las dificultades que conlleva, provocar este debate es necesario en la medida que en sí mismo es una toma de conciencia ética, de compromiso con el individuo. Un progreso carente de ética puede producir desastres y tragedias humanas, de modo que tenemos la responsabilidad de velar porque ese ritmo enormemente vertiginoso que impone la tecnología (y la ciencia) no vaya esquilmando los valores culturales y éticos de nuestra sociedad, acción sobre la cual la Ética o el Derecho han sido y deben continuar siendo piedra angular.
Jesús Avezuela,
director general de la Fundación Pablo VI