“¿De qué sirve el conocimiento generado por la investigación si después no se aplica bien en beneficio de los pacientes por falta de una asistencia sanitaria de calidad y una práctica asistencial adecuada?”
Si no queremos tener una Medicina hemipléjica (un lado sano, el de la técnica, la investigación y trasplantes y otro enfermo, el de la asistencia y cuidado), debemos recuperar la raíz vocacional de la Medicina para cambiar esta tendencia.
Según datos recientes, España es referencia mundial en investigación en Medicina[1]. También lo es en trasplante ya que revalida en 2020 su liderazgo mundial en donación de órganos a pesar de la pandemia, según los últimos datos publicados (nota de prensa del Ministerio de Sanidad del 16 de agosto de 2021)[2]. Sin embargo, hemos descendido en el ranking de mejores sistemas sanitarios del tercer puesto al puesto número 16[3].
Por otra parte, la prensa escrita y los medios digitales se hacían eco estos días de la muerte, a los 27 años, de la periodista Olatz Vázquez, que narró su experiencia con el cáncer en las redes sociales[4]. Olatz describe los retrasos diagnósticos que padeció. También veo un reportaje en la televisión que trata la misma noticia y la periodista reclama más investigación en cáncer.
La Estrategia Nacional del Cáncer en el Sistema Nacional de Salud describe los tiempos recomendados para la correcta aplicación de las terapias del cáncer[5]. Es decir, el tiempo máximo entre la sospecha diagnóstica y la biopsia, entre la biopsia y el primer tratamiento recomendado, etc. Está ampliamente demostrado que aplicar en la asistencia cotidiana estos estándares aumenta las tasas de curación del cáncer. Evidentemente, y por desgracia, con Olazt no se cumplieron. ¿De qué sirve el conocimiento generado por la investigación si después no se aplica bien en beneficio de los pacientes por falta de una asistencia sanitaria de calidad y una práctica asistencial adecuada? Qué gran torpeza. Aumentaríamos la calidad y cantidad de investigación si dispusiéramos de una buena asistencia sanitaria, pues es bien sabido que asistencia, docencia e investigación son sinérgicas y complementarias.
Imágenes publicadas en la cuenta de twitter de Olatz Vázquez
El Dr. Juan Sanmartín, jefe de la prestigiosa Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Universitario de A Coruña, recientemente jubilado, me lo confirmaba hace unos meses: el último año de vida cuesta 20.000 euros. Aseo, comida, techo, medicinas y asistencia sanitaria básicas[6]. Si tus ahorros lo permiten, tendrás aseo, comida, techo y medicinas básicas ese año. De otra manera, serás un frecuentador de Urgencias, ingresos recortados, reingresos frecuentes, apoyos puntuales de trabajo social y organizaciones caritativas y usuario de la suerte; mucha suerte. Si eres migrante, sin techo, persona disfuncional, enfermo crónico o indigente sanitario (seguro de baja calidad o sin seguro), necesitarás más suerte. No cumples criterios plenos de inclusión en el sistema.
El Papa Francisco, en el mensaje para esta 105 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, repite: ‘‘No se trata solo de migrantes, sino de «todos los habitantes de las periferias existenciales que, junto con los migrantes y los refugiados, son víctimas de la cultura del descarte”[7]. Uno de los objetivos de la Ética es “intentar construir una morada acogedora para todos los hombres”[8].
Llevo décadas tratando enfermos moribundos con cáncer. Cada vez cumplen más criterios de exclusión que criterios de inclusión. De una Medicina caritativa de los antiguos Hospitales Provinciales avanzamos en los años 1980 a un sistema sanitario profesional y moderno, público, universal y equitativo. Este sistema está degradado y solo los pacientes que cumplen criterios de inclusión, en un régimen que busca la productividad y máximo rendimiento político o mediático, son bien atendidos. Así, los pacientes excluidos del trasplante e investigación o técnicas avanzadas parece que tiene menos oportunidades.
Y es que, con la técnica aumenta el poder del hombre sobre la naturaleza y esto, según C. Lewis, se traduce en “el poder de unos seres humanos sobre otros”. Para J. Gray “cuando se planifica la sociedad para maximizar el poder de esta sobre la naturaleza, se expulsan otros valores humanos de la ecuación”[9].
Cuando el método científico se basa solo en la razón técnica tiende a eliminar los aspectos cualitativos para evitar la contaminación en el paradigma de objetividad tecnocientífica. La técnica, la investigación y el trasplante maximizan la ganancia de un sistema público de salud. Pero a costa de los valores que hemos expulsado de nuestra profesión. ¿Qué hacemos los médicos para evitar la despersonalización del paciente y de nosotros mismos (la exclusión y abolición del hombre) que nos lleva a la mala praxis y al burnout?
Creo firmemente que, inspirándonos en Francisco de Asís, debemos proponer una Ética de la hospitalidad sin criterios de exclusión como respuesta a la globalización con una hospitalidad absoluta y no relativa8. El problema es que nuestra sociedad no cree en el cuidado ni en la hospitalidad y sí en el mito del progreso indefinido e imparable a través de la ciencia y tecnología. Pero una ciencia y tecnología deshumanizadas, que llevan a la abolición del hombre de las ecuaciones de gestión y diseño, son una ciencia y tecnología enfermas; y la consecuencia es la desigualdad y la exclusión de los descartados del sistema y la apoptosis[10] del propio sistema sanitario y de la sociedad.
Recuerdo mi primer paciente en la residencia de Oncología. Tenía cáncer de pulmón y hemiplejia. La hemiplejia es la parálisis completa o incompleta de la mitad del cuerpo y suele producirse por una embolia o una hemorragia o también por metástasis cerebrales. Produce una importante discapacidad física y sufrimiento.
Si no queremos tener una Medicina hemipléjica (un lado sano, el de la técnica, la investigación y trasplantes y otro enfermo, el de la asistencia y cuidado), debemos recuperar la raíz vocacional de la Medicina para cambiar esta tendencia. Aunque parezca que es una utopía, debemos intentarlo. Vale la pena y es nuestra obligación profesional.
Pienso que el curso “Bioética y Oncología” que organiza la Fundación Pablo VI y patrocina la Sociedad Oncológica de Galicia es un humilde instrumento para pararnos, entrar en boxes y pensar un poco en estos asuntos. Nos irá bien a nosotros como profesionales sanitarios, les irá bien a los pacientes que atendemos y le irá bien al conjunto de la sociedad.
Francisco Javier Barón Duarte
Servicio de Oncología
Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña
[1] España, un país de referencia en la realización de ensayos clínicos (Distefar)
[2] España mantiene su liderazgo mundial en donación de órganos en 2020, a pesar de la pandemia (Ministerio de Sanidad)
[3] La sanidad española deja de estar entre las mejores del mundo tras el Covid (Redacción Médica)
[4] Muere a los 27 años la periodista Olatz Vázquez, que narró su experiencia con el cáncer en las redes sociales (El País)
[5] Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud
[6] Dr. Juan Sanmartín. Comunicación personal de los registros de la Unidad de Cuidados Paliativos del H. Universitario de A Coruña
[7] El Papa: "El mundo es cada día más cruel con los excluidos" (La Razón)
[8] Martin Carbajo Núñez, Francisco de Asís y la ética global. PPC Editorial.
[9] Referencia al texto la abolición del hombre de C. Lewis en Siete tipos de ateísmo de J. Gay. Sexto piso. Madrid 2018:93
[10] Apoptosis. En Oncología se utiliza este término para describir el mecanismo de autodestrucción celular que impida una proliferación celular ilimitada.