Esta mañana los médicos residentes comentaban con cierta inquietud que se les acababa el plazo para colgar en las redes el video promocional del Servicio con el fin de animar a que los mejores números del MIR eligieran Oncología en nuestro Hospital. Ellos mismos me confirmaron que desde hace unos años la Sociedad Española de Oncología Médica da premios interesantes al oncólogo tuitero; el que más promociona nuestra especialidad y áreas de expertice en las redes.
Veo a mis compañeros jóvenes, y también a los seniors, impelidos a solicitar becas públicas y privadas, a conseguir recursos por micro-founding o campañas promocionales, a realizar másteres, cursos, publicaciones y exámenes de oposiciones (ahora que al fin se convocan). Y, sin embargo, en pocas ocasiones los veo disfrutar del encuentro clínico que es, en mi opinión, la esencia de la Medicina. ¡Qué poético eso de “el encuentro clínico”! Pero el encuentro clínico es algo más que una expresión bonita.
El bioeticista Mark Siegler estableció cuatro períodos o eras en la historia de la relación clínica[1]: la paternalista o “era del médico”; la de la autonomía o “era del paciente”; la de la burocracia o “era del financiador”; y, por último, la era de la toma compartida de decisiones entre el médico y el paciente. En la tercera y en la cuarta ya se instala la Managed Care Medicine o Medicina gestionada.
Muchos pacientes agradecen la escucha tranquila en una época en la que la telemedicina o la medicina presencial exprés ocupan cada vez un espacio mayor en la actividad clínico-asistencial
En 1989 el Instituto de Medicina de EE.UU. definió el Managed Care Medicine como el conjunto de técnicas de gestión aplicadas por los compradores de servicios para lograr controlar y reducir los costes sanitarios, influyendo en el proceso de decisión para la atención del paciente, mediante la evaluación caso por caso de la adecuación del servicio prestado. Los primeros registros electrónicos por esa época se basaban en la captura de actividad de consultoras médicas para el pago de servicios. Después se usaría el electronics records para mejorar la calidad y trazabilidad de los historiales clínicos.
Ya décadas antes el sociólogo Jacques Ellul planteaba que la ciencia se había convertido en un medio de la técnica y que la “organización técnica” era una parte de la Managerial revolution y de la Managerial action. Así, Ellul afirmaba que “la organización es el proceso que consiste en asignar tareas a individuos o a grupos para alcanzar de manera eficiente y económica, por la combinación de todas sus actividades, objetivos determinados”. Añade a continuación que “la estandarización crea la impersonalidad, en el sentido de que la organización se apoya más en métodos y en consignas que en individuos”[2]. Recientemente, Diego Gracia nos recordaba que “ha sido la cultura occidental la que ha hecho de él [el rendimiento o eficiencia] un valor fundamental”[3].
En el ensayo “La quinta era de la Medicina”[4] reflexioné sobre el poder del complejo tecno-industrial y del capitalismo cognitivo en nuestro ámbito. Llegué a la conclusión de que impelen a la Medicina como profesión y al sistema sanitario como organización a una Medicina disruptiva, acelerada y poco reflexiva, donde los fines se diluyen entre los medios, que terminan convirtiéndose en fines en sí mismos y en objetivos interesados y mercantiles. Sobre la Medicina gestionada de la tercera y cuarta era de la Medicina, considero que estamos viviendo una Medicina gestionada acelerada e irruptiva.
Pero con mayor claridad y autoridad Pellegrino y Thomasma nos hacen ver “la transformación del médico en empresario, en científico, proletario, ejecutivo corporativo, etc., desplazando a estos hombres del interior del ethos médico a otros ethos, al seno de comunidades distintas a la vieja idea de una comunidad sanadora”[5].
Al ver a mis compañeros y a mí mismo imbuidos en este magma de la gestión, la burocracia, la consecución de becas, financiación, ensayos y cursos o congresos, no puedo menos que evocar la historia de Marta y María que nos narra el Evangelio de Lucas (10,38-42), un relato precioso y con una profunda enseñanza.
Marta es nombrada en primer lugar, tal vez por ser quien se encarga del gobierno de la casa. Marta se ve sobrecargada e inquieta con la preparación de todo lo que le parece necesario para servir a Jesús. Mientras tanto, María disfruta de la conversación. Entiendo que la actitud contemplativa y la activa son ambas necesarias y no excluyentes, pero tal vez nos olvidamos de que muchas veces deberíamos no menospreciar la contemplación, la reflexión y la escucha serena y activa. En palabras de Jesús: “Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada”.
Muchos pacientes agradecen la escucha tranquila en una época en la que la telemedicina o la medicina presencial exprés ocupan cada vez un espacio mayor en la actividad clínico-asistencial (y, por cierto, son más puntuadas en los acuerdos de gestión por los que se rige una parte de nuestro salario).
Por la mañana soy médico técnico y gestor, acelerado y esclavo del managed care system. Por la tarde, fuera del horario de trabajo, aunque esté cansado, soy médico libre: entro en la habitación del paciente, le pido permiso para sentarme en su cama o en una silla al lado de su sillón; hacemos “corro” con su familiar, hablamos, repaso la narración clínica (anamnesis) y la narración biográfica (los valores), escucho, a veces acaricio o abrazo, y si el paciente sedado está ya falleciendo, beso su frente.
Con tanta prudencia como humildad, hay que proponer pequeñas acciones que contribuyan a pararse, reflexionar y sanar nuestro ejercicio profesional
“Echo muchísimo de menos ser médico. Echo de menos ayudar a las personas”. Eso me dijo el compañero de Madrid que colgó hace poco la bata con 51 años. En la serie de la BBC Esto te va a doler sobre la degradación del NHS (Sistema Nacional de Salud), el protagonista pronuncia la misma frase mientras avanza frenético entre ordenadores, llamadas telefónicas, procedimientos técnicos y pacientes acumulados sin tiempo para atender, sólo tiempo para palear.
Sí. Echo de menos cuando éramos médicos genuinos, cuando éramos sanadores. Echo de menos ser médico. Pero esto no es más que el primer paso. Con tanta prudencia como humildad, hay que proponer pequeñas acciones que contribuyan a pararse, reflexionar y sanar nuestro ejercicio profesional.
Este es el objetivo que nos propusimos al ofrecer el Curso Bioética y Oncología, cuya cuarta edición esperamos poder presentar próximamente. Porque, como dice Victoria Camps en su último libro, “debemos avanzar hacia una sociedad cuidadora. Una sociedad donde los más desvalidos no se sientan abandonados, una sociedad menos arrogante, en la que sus miembros, sin excepciones ni dispensas de ningún tipo, estén dispuestos a hacerse cargo de la contingencia humana en todas sus manifestaciones”[6]. En eso estamos. Y para eso necesitamos la complicidad y el apoyo de muchos otros compañeros que, como yo, echan de menos ser médicos en el sentido genuino de la palabra.
Francisco Javier Barón Duarte
Doctor en Medicina y Máster en Bioética
Servicio de Oncología
Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña
[1] Siegler M. Las tres edades de la medicina y la relación médico paciente. Barcelona: Cuadernos de la Fundación Víctor Grifols i Lucas, 26; 2011.
[2] Ellul, J. La edad de la técnica. Limites Octaedro. 2003: 15-16.
[3] Gracia, D. Bioética mínima. Ed. Triacastela 2019: 165-166.
[4] Barón, F.J. La quinta era de la Medicina. Eidon 56, diciembre 2021, 79-98.
[5] Pellegrino, E.D. – Thomasma, D.C. Las virtudes en la práctica médica. Madrid: Universidad Francisco de Vitoria 2019: 45. Resulta interesante el reciente libro de José Carlos Bermejo, El sanador herido, publicado por la editorial Desclée De Brouwer.
[6] Camps, V. Tiempo de cuidados. Barcelona 2021: Arpa, 52.