Se ha hecho viral la carta que ha publicado en la red Ina Idarreta Mendiola, médica de familia con experiencia profesional de casi 35 años y de los cuales más de 25 años ejerciendo como médico de cabecera en el mismo centro de salud en horario de 8 a 15 horas. Este relato u otro parecido, por desgracia, podría haber sido escrito por cualquier otro profesional sanitario de la geografía nacional. Les invito a que la busquen y la lean.
Están bien todos esos principios, valores y virtudes que proclama la bioética. Yo me los creo, por eso los enseño. No cabe duda que el médico debe buscar la excelencia profesional. Siempre la ha buscado, ahí está el famoso Juramento hipocrático, con 25 siglos a cuestas, y los códigos deontológicos más recientes. Es éste un ejercicio permanente de reflexión y autocrítica, como la propia carta que da pie a este artículo evidencia a las claras. Nuestros médicos disfrutan con el ejercicio de la profesión, y quieren seguir haciéndolo, porque les sale de dentro. Y cuando tienen que dar el do pecho, por una catástrofe o una epidemia, bien que lo hacen, anteponiendo el interés general al suyo propio. Sobran los ejemplos.
Pero no podemos olvidar que hoy el médico es un asalariado y que, por consiguiente, son otros los que tienen la obligación ética y legal de garantizar que pueda realizar su trabajo en unas condiciones adecuadas. La administración pública está para resolver problemas, no se los puede traspasar al médico, los políticos no se pueden parapetar en la ética profesional, también hay una ética de la organización. Y hoy, por desgracia, se está incumpliendo de manera reiterada, nuestras autoridades y gestores sanitarios se ponen de perfil. ¡Ya está bien!
Por eso, el grito de Ina, que es también el de Andrea, Paco, René, Miriam, Carmen, Arturo y tantos otros con los que tengo trato directo, tiene que ser el de toda la sociedad. También en Galicia. Y siendo esto un problema común de todo el sistema, afecta de manera muy grave sobre todo a la Atención Primaria.
Hay que abordar de manera decidida la sobrecarga tan brutal que sufren nuestros médicos (y, por tanto, nosotros como pacientes), los problemas salariales, el encadenamiento de contratos basura y la carrera profesional. No sólo es un problema de gestión, es también un asunto ético. De primera magnitud. Que no se arregla con más leyes, por Dios, sino con compromiso, coraje y buen hacer.