Muchas veces no sólo hablamos de lo que no sabemos, sino que además no sabemos de lo que hablamos. Esto ocurre en la vida cotidiana, en las tertulias de radio y televisión a las que somos tan dados, en la vida política… por desgracia, también en la Bioética, un ámbito en el que sin embargo debiera extremarse el rigor, el respeto al que no piensa como uno mismo y el diálogo sincero.
El razonar, el argumentar, exige el respeto de ciertas reglas. Cuando no se hace así, inmediatamente aparecen esos diablillos lógicos conocidos con el nombre de “falacias”. Algunos caen continuamente en una falacia de las más feas, de esas que al estudiar lógica se nos insiste que no deben utilizarse nunca, por ninguna razón, ni con nuestro mayor enemigo. Se trata de la falacia conocida con el nombre de “argumento ad hominem”.
Sobre todo ello escribe Diego Gracia en este excelente artículo, que acaba de aparecer en la revista Bioética Complutense (número 31, año 2017, páginas 4-6). Agradecemos a su autor y a la profesora Lydia Feito, directora de dicha revista, su generosidad al permitirnos reproducir íntegramente el texto.