Queridos gienneses católicos y queridos amigos probablemente interesados en este mensaje:
Estoy convencido de que ninguno de vosotros es ajeno al acontecimiento que en estos días se está celebrando en España; me refiero a la “Cumbre del Clima”, de la que nos van a llegar reflexiones y mensajes de muy diverso signo y de la que se espera una mayor toma de conciencia mundial de los grandes problemas y peligros ecológicos que nos vienen, a causa de una forma de vivir que no piensa en la sostenibilidad del planeta.
Los católicos, como sabéis, no somos ajenos a esta problemática que cada día crece más en la conciencia social de niños, jóvenes y adultos. Vivimos como los demás, sentimos como todos y nos preocupan las mismas cuestiones que a todos. Esa solidaridad nos tiene que llevar a tomar conciencia de cada uno de los problemas y a colaborar y a apoyar las soluciones que necesite el rápido y escandaloso deterioro del planeta. El primer paso ha de ser el de saber reconocer, con los demás hombres y mujeres de la tierra, los errores, los pecados, los vicios y negligencias con los que dañamos la naturaleza; pues sólo así podremos arrepentirnos para cambiar tantas decisiones erróneas y egoístas.
Ante la invasión de mensajes que desde hace dos días nos están llegando a través de los medios de comunicación, yo os invito como vuestro pastor diocesano, a que os apoyéis, en vuestros juicios y valoraciones, en la doctrina social de la Iglesia, que en el ámbito ecológico es especialmente rica e iluminadora. Me gustaría que en IFEMA de Madrid sonara con fuerza el mensaje profético y comprometido que, en favor de una cultura social ecológica, el Papa Francisco nos dirigió la carta encíclica LAUDATO SI´. Para nosotros ha de ser la mejor guía para movernos ante estos problemas y situaciones que nos van a poner de relieve, desde muchos puntos de vista, cuantos participen en esta cumbre, bien en delegaciones oficiales o en grupos alternativos, que también llamarán nuestra atención. Estemos muy atentos, de un modo especial, a cuanto escuchemos a la delegación de la Santa Sede, que estará encabezada por el cardenal secretario de estado, Pietro Parolin.
Mi invitación iría más allá, os invitaría a leer esta encíclica papal. Os aseguro que quedaréis impregnados del espíritu cristiano con el que hay que analizar y valorar todo cuanto escuchemos. De la carta del Papa, me permito ofreceros algunas recomendaciones sobre cómo situarnos ante estos problemas del planeta. La propuesta es que hemos de asumirlos con una espiritualidad ecológica, que nazca de las convicciones profundas de nuestra fe, y que nos haga conscientes de que el Evangelio de Jesucristo tiene claras consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir. Sólo con esa espiritualidad ecológica se podrá alimentar la pasión por el cuidado del mundo.
Para comprometernos con los grandes retos que hoy se nos plantean sobre el clima, necesitamos de una mística que nos anime y de «unos móviles interiores que impulsen, motiven, alienten y den sentido a la acción personal y comunitaria». La espiritualidad cristiana no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, y en comunión con todo lo que nos rodea.
Se necesita, por tanto, una conversión ecológica, de la que brotará un claro compromiso con el mundo que nos rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa y santa; y eso no algo opcional ni secundario de la experiencia cristiana. De ahí que el Papa Francisco nos recuerde el modelo de san Francisco de Asís, que nos muestra una sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión integral de la persona (cf Laudato Si’, 216-18).
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo de Jaén