El oncólogo clínico en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, Francisco Javier Barón Duarte, miembro de la Comisión Central de Deontología del Consejo General de Colegios de Médicos de España reflexiona en este artículo sobre el silencio ante la muerte y ante otras patologías que siguen provocando más muertes que el COVID-19
No, no es el título de una película de espías. En Medicina Paliativa y en Oncología la expresión “confabulación del silencio” se define como “un pacto o convenio en el que la familia o medio que rodea al enfermo decide ocultarle, negarle o distorsionarle la verdad sobre su diagnóstico o pronóstico y su evolución a pesar de que éste quiera saberla”.
Otros autores hablan de la conspiración del silencio o confabulación en la negación. ¿Qué se niega en esta situación? La gravedad de la enfermedad y la proximidad de la muerte. Pero esta negación no es solo una negación individual o familiar; es una negación social y colectiva.
Cualquier usuario de videojuegos o aficionado al cine de Hollywood ve en la pantalla cientos de muertes y asesinatos en un mes. Pero escondemos, ocultamos y negamos la muerte de nuestros próximos, e incluso la de nosotros mismos.
Parece que antes del COVID la muerte no existía. Y parece que ahora en la pandemia solo mueren pacientes COVID. Pero lo cierto es que en el mundo mueren muchos más pacientes de malaria y de otras infecciones. Claro que eso ocurre en los países subdesarrollados. Pero resulta que también en el mundo desarrollado durante la pandemia COVID mueren más pacientes de enfermedades no infecciosas que antes de la pandemia.
Como acaba de alertar la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), esta crisis sanitaria se ha visto acompañada de catástrofes paralelas, consecuencia de la falta de recursos destinados a atender esta emergencia, en detrimento de la atención que de forma ordinaria demandan otras patologías como el cáncer. Por ello es necesario garantizar la continuidad de la asistencia, diagnóstico, y tratamiento de las enfermedades graves no-COVID, para evitar un exceso de mortalidad por estas enfermedades. Las cifras hablan por sí solas: un retraso del 21% en el diagnóstico de nuevos durante la primera ola de la pandemia.
Poco hemos hecho -y se podía haber hecho mucho- para que eso no se volviese a producir caso de nuevas olas, que sabíamos que se iban a producir. Lo que está sucediendo en estos momentos en nuestros hospitales, volcados hasta la extenuación en tratar a los pacientes COVID, es fácil de imaginar. ¿Seguiremos sin querer ver?
Parece que antes del COVID la muerte no existía, repito. Pero resulta que el terror y el miedo en la mirada de nuestros moribundos y la muerte en soledad ya existían antes… pero no la queríamos ver. Ahora nos impacta. Pero mucho me temo que, en unos meses, cuando estemos inmunizados y la pandemia haya pasado, nos olvidaremos de ella. Y es que, como dice Amor Pan en Bioética en tiempos del COVID-19 (un libro que todos debiéramos leer), “nada ni nadie nos asegura el aprendizaje tras la crisis generada por el COVID-19. Sólo aprende quien está en disposición de aprender”.
El Transhumanismo es la otra cara de la confabulación del silencio. Este movimiento pretende transformar la condición humana mediante el desarrollo e implementación de tecnologías que mejoren las capacidades humanas a todos los niveles superando al propio hombre y su mortalidad. El entusiasmo tecnófilo de los transhumanistas no tiene límites: prometen el paraíso en la tierra.
La puesta en práctica del Transhumanismo se apoya en el desarrollo de las llamadas tecnologías convergentes o tecnologías emergentes, NBIC es el acrónimo más utilizado para referirse a ellas (Nanotecnología, Biotecnología, nuevas tecnologías de la Información y ciencia Cognitiva). A ellas se suman la Farmacología, la Inteligencia Artificial, las Neurociencias, la colonización espacial, la realidad virtual y el uploading. Todas ellas forman parte del ámbito de discusión transhumanista y conforman lo que algunos han denominado ya como el nuevo Big Bang, un nuevo Génesis.
En Blade Runner de Ridley Scott (1982) el monólogo final del replicante es revelador. Momentos antes de morir, bajo una intensa lluvia, el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) le dice al Blade Runner Rick Deckard (Harrison Ford): “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
El Transhumanismo es pura ideología. Potente, eso sí. Y perniciosa también. Además de una ideología, el transhumanismo es también un movimiento porque se trata no sólo de hacer Filosofía sino de influir decisivamente en los gobiernos y en los ciudadanos para que la legislación en estas materias salga a favor de las tesis de los transhumanistas y en contra de los que ellos califican como bioconservadores. La publicación de artículos y libros, las actividades de la Asociación Mundial Transhumanista y los proyectos de numerosos centros de investigación y pensamiento van dirigidos a crear una conciencia colectiva de apoyo al movimiento, con una gran presencia en las redes sociales y en los medios de comunicación.
Cuidar al final de la vida
El final de la vida y su adecuado abordaje como problema práctico, intelectual y moral es un reto individual y colectivo de sociedades modernas y avanzadas.
Seguimos con una la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia infradotada y mal aplicada. Los cuidados paliativos y soporte de calidad para nuestros enfermos crónicos y en situación de final de vida siguen pendientes y más infradotados aún que la Ley de Dependencia.
¿Saben ustedes por qué en España somos líderes mundiales y modelo OMS en trasplantes y penúltimos en cuidados al final de la vida? ¿Saben ustedes por qué se aprueba una ley de eutanasia exprés y se lleva años suplicando una ley estatal que garantice los cuidados de calidad al final de la vida con los mismos recursos e interés que los trasplantes? ¿Y saben por qué difícilmente la habrá?
Termino. Lo que nos hace humanos es nuestra condición frágil, vulnerable y mortal; y que nos cuidemos los unos a los otros con cariño, respeto y compromiso. Por el contrario, ser inmortal nos hace inhumanos; y ocultar la muerte y escamotear los cuidados debidos, también.
Francisco Javier Barón Duarte
Oncólogo clínico en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña
Miembro de la Comisión Central de Deontología del Consejo
General de Colegios Médicos de España