No se asusten. Bastantes sustos tenemos ya como para añadir otro más. El coronavirus no produce ceguera. Un compañero de Oncología de un importante hospital madrileño me lo ha confirmado. Yo le argumentaba que, en realidad, el coronavirus nos ha quitado la ceguera blanca (por la bata blanca de los médicos y sanitarios; y por el aurea de la sociedad tecnológica avanzada).
En uno de sus libros más conocidos, su novela Ensayo sobre la ceguera, publicada en 1995, el premio Nobel José Saramago realiza una sutil crítica de una sociedad empobrecida moralmente. Describe al principio los primeros infectados por el extraño virus de la “ceguera blanca”, encerrados en campos de reclusión ante el pánico generalizado. Solo la mujer del médico “ve la realidad” e intenta cambiar el caos generado por el miedo y egoísmo.
Mi compañero de Madrid me confirma lo que están haciendo los Servicios de Oncología de toda España: anular revisiones redundantes y evitables, aquilatar mejor los tratamientos antineoplásicos, muchos de ellos caros y algunos al final de la vida tóxicos e inútiles, evitar pruebas diagnósticas costosas que no cambian la actitud terapéutica y poner “sentidiño” a la práctica asistencial (“más” no siempre es “mejor” y a veces incluso es “peor” porque genera un daño evidente y cuantificable).
Las autoridades sanitarias reconocen que hay que tomar decisiones priorizando y limitando para el bien común. La ceguera es pensar que esto solo debemos hacerlo en tiempos de pandemia y no en tiempos “normales”. El sistema sanitario es insostenible por la ceguera de los tiempos normales. Porque como me decía el colega de Madrid: compañero, cuando pase el coronavirus volveremos a estar ciegos… Ojalá que no, que aprendamos la lección que la vida nos está dando.
Francisco Javier Barón Duarte
Oncólogo clínico en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña
Miembro de la Comisión Central de Deontología del Consejo
General de Colegios Médicos de España