La crisis del COVID-19 ha castigado muy especialmente a las residencias de ancianos. Los últimos datos ofrecidos por los Comunidades Autónomas hablan de hasta un 60 por ciento de muertes producidas en geriátricos, con más de 8 mil ancianos fallecidos. En algunos de estos centros se han producido situaciones especialmente dramáticas, desbordados por falta de recursos materiales para evitar la expansión y la falta de personal médico para asistir a los contagiados.
Un escenario que obliga a repensar el modelo de atención a este sector de la población, cuyos derechos están siendo especialmente vulnerados en esta crisis. “Las residencias de ancianos no deben ser un negocio ni basta con la buena voluntad. Hay que esmerarse en la preparación técnica y ética de quienes van a trabajar en nuestras residencias de ancianos”. La Bioética después del COVID-19, por José Ramón Amor Pan.