Ética para la acción social. Claves para pensar y resolver los conflictos
Francisco Prat. PPC. Madrid 2021, 156 págs.
El libro -uno de los pocos que se han publicado hasta ahora sobre la materia- hace bueno el objetivo que su autor explicita en las páginas iniciales de su obra: persigue ser útil a educadores, voluntarios, directores de centros y servicios, psicólogos, trabajadores sociales y todo el variado crisol de personas que giran en la órbita de la intervención social.
Lo es en su parte más teórica (pero siempre a pie de calle, con un lenguaje asequible y un estilo muy agradable) y lo es, sobre todo, en ese capítulo octavo dedicado a deliberar sobre 10 casos prácticos, múltiples y variados. En un colectivo en el que el tiempo es siempre un bien escaso y en el que no proliferan las ocasiones para pensar juntos los temas éticos, es un libro que vale la pena leer.
Para quien no conozca a su autor, decir que Quico Prat lleva más de 25 años trabajando en entidades del ámbito de la intervención social (primero en el Centro San Camilo y en el Centro de Humanización de la Salud, actualmente es el responsable de formación de Cáritas Española) y ha hecho el Máster en Bioética de la Universidad Pontificia Comillas en su primera edición, que fue en donde yo lo conocí. Este no es, además, el primer libro que escribe: no puedo dejar sin mencionar su excelente Bioética en residencias. Problemas éticos en la asistencia a la persona mayor.
Fantástico su mapa para orientarnos en la reflexión ética en la acción social, que presenta en la página 68 y desarrolla a lo largo de todo ese capítulo quinto. Como geniales son muchas de las preguntas con las que va sazonando su discurso, que dan para pensar mucho (a modo de ejemplo: si es en torno a los valores del cuidado como nos hacemos más plenamente humanos, ¿por qué no articulamos nuestra sociedad en torno a la ética del cuidar?). Qué decir de afirmaciones tan llenas de sentido como la siguiente: “El papel de la política y de los políticos es crear convergencia de intereses para el logro de metas y propósitos colectivos”.
Hay un tema con el que, sin embargo, no estoy de acuerdo: su desconfianza hacia la Bioética, lo que él denomina “Bioética clásica”, y que le lleva a no titular su libro con este sustantivo. Es cierto que nuestra disciplina se desvió durante una larga época de las intuiciones iniciales de Potter y fue más una Bioética Clínica que otra cosa, centrada en los extremos y en la casuística. Pero también lo es que el propio Potter denunció abiertamente esa desviación tan pronto como la detectó, y muchos otros bioeticistas recogieron su testigo a lo largo de estos 50 años de historia de la disciplina: por ejemplo, Javier Gafo, con quien tanto Quico como yo nos formamos en la Universidad Pontificia Comillas, de tal manera que a día de hoy esta suspicacia debiera estar superada.
Por eso le invito -lo he hecho de palabra y ahora lo hago desde estas líneas- a repensar el siguiente párrafo: “Sucede que, a la hora de pensar, muchas veces lo hacemos desde el mundo de la bioética, y no de la ética de la intervención social. Pero es hora ya de pensar lo social desde lo social y dotarnos de elementos de reflexión que nos ayuden a afrontar los conflictos éticos de un modo mejor contextualizado. Porque la bioética pone más el foco en deliberar sobre actos que se pueden hacer o no hacer, acciones que hay que emprender o dejar de emprender, tratamientos que hay que mantener o retirar. Y en lo social solemos movernos más en procesos, en itinerarios educativos, lo que nos sitúa en el medio y largo plazo. Y en ese plazo temporal las cosas no se ven de igual manera” (p. 47).
La Bioética o es global y atiende a los procesos (en el corto, medio y largo plazo, en lo micro y lo macro, en lo local y en lo planetario) o no es fiel a su esencia y estaríamos entonces ante un sucedáneo o una falsificación (que de todo hay en la viña del Señor). Es importante subrayarlo en estos tiempos que corren, que han sido calificados certeramente como “la hora de la Bioética”: la crisis del COVID-19 y la crisis medioambiental demandan de nosotros una Bioética global, afectiva y efectiva.
José Ramón Amor Pan
Fundación Pablo VI