14/01/2025
Foro de Encuentros Interdisciplinares con la presencia de Paolo Benanti.
El principio de que aquí se parte es que las decisiones morales no son más fáciles de tomar que las puramente diagnósticas o terapéuticas
La importancia de la fundamentación en Bioética
No abundan en el panorama bioético español las obras sobre la fundamentación de nuestra disciplina. Parece que somos más dados a dilucidar los temas concretos, lo otro lo vemos como algo “muy filosófico” y poco útil, como si estuviéramos debatiendo sobre el sexo de los ángeles. Y todo ello a pesar de que, en los inicios mismos de la Bioética en nuestro ámbito, el profesor Diego Gracia nos dejó bien avisados en su monumental Fundamentos de Bioética.
Corría el año 1989 y Diego escribía: “A los médicos y sanitarios les costará trabajo asumir este libro como propio. El clínico desea, por lo general, respuestas rápidas y concretas a sus problemas, razón por la que es reacio a este tipo de fundamentaciones. Personalmente considero un error grave, que al final se paga caro, el intento de resolver los problemas prácticos y concretos sin un previo trabajo de fundamentación. Es como si se quisiera saber Fisiopatología sin haber estudiado antes Fisiología, o Patología molecular sin aprender antes Biología molecular. Cuando la clínica no tiene una base científica firme, acaba convirtiéndose en actividad meramente rutinaria. Por eso he creído preciso iniciar este Tratado de Bioética Médica con un volumen de Bioética fundamental. Preveo que no va a resultar de fácil lectura para el estudiante de medicina o el médico, pero pienso que tampoco lo es un tratado de Anatomía, de Fisiología o de Bioquímica. Y no me parece que el problema de fundamentación de los juicios morales sea menor o más sencillo que aquel con que se enfrentan esas diferentes disciplinas”.
A lo que añadía: “El principio de que aquí se parte es que las decisiones morales no son más fáciles de tomar que las puramente diagnósticas o terapéuticas. Como en éstas, se necesita de sólidos fundamentos y amplia práctica. La práctica que no se fundamenta en una sólida investigación de los fundamentos teóricos no merece ninguna confianza. El tomar decisiones morales meramente tácticas, sin una referencia rigurosa a los fundamentos, tiene en ética un nombre casi insultante, ‘decisionismo’. Hay que aprender a tomar decisiones morales, pero sin caer en el ‘decisionismo’. Por eso tiene importancia que primero nos planteemos con todo rigor el tema de los fundamentos. Para nadie que quiera aprender a tomar decisiones, el estudio de los temas de fundamentación será tiempo perdido; todo lo contrario, le evitará la comisión de muchos errores graves. Consciente de ello, he pretendido escribir un libro sin concesiones. Al redactarlo he tenido siempre delante la imagen no de un lector sino de un estudiante. Este es más un libro de estudio que de lectura” (págs. 12-13).
Una herramienta para el discernimiento
Las afirmaciones ahí vertidas conservan, 30 años después, su plena actualidad y serían motivo más que suficiente para saludar con gozo la aparición del libro de Óscar Vergara Lacalle, Método y razón práctica en la ética biomédica (Editorial Comares, Granada 2018, 157 páginas). Pero, además, este profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de A Coruña nos ofrece un trabajo de mucha calidad y un instrumento útil para ayudarnos a valorar y discernir entre las diferentes propuestas de fundamentación que existen.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra (1994) y Doctor en Derecho por la Universidad de A Coruña (2003), desde el año 2014 viene interesándome cada vez más por la Bioética, su fundamentación, así como las relaciones entre esta disciplina y el Derecho. Es también miembro del Grupo de Bioética del Hospital Quirón-A Coruña.
Analiza con una perspectiva crítica las dos metodologías más influyentes hasta este momento en la Bioética mundial, el principialismo y el casuismo, así como los dos enfoques que han nacido para tratar de dar solución a alguna de sus carencias o límites, la hermenéutica y la narrativa. Pero el autor no se queda ahí, sino que va más allá en su análisis y nos ofrece un último capítulo dedicado al concepto de razón práctica y al papel que ésta tiene y debe tener en el ámbito biomédico. Cada uno de estos cinco capítulos finaliza con un breve apartado de recapitulación, sumamente didáctico.
El libro se completa con un epílogo en el que expresa sintéticamente en cuatro ideas generales su contenido:
- Las metodologías estudiadas, sin perjuicio de su importancia y utilidad, adolecen de ciertas deficiencias que impiden considerarlas, juntas o por separado, como un recurso suficiente para tomar decisiones acertadas en ética biomédica.
- Los dos enfoques estudiados son apoyos útiles para la toma de decisiones biomédicas, siempre y cuando sean concebidos de un modo bastante más sustantivo que el habitual.
- Esta conclusión nos sitúa más allá tanto de las metodologías como de los enfoques, y nos coloca de lleno en un nivel completamente distinto: el de las condiciones personales para tomar una decisión.
- Con esto no se quiere negar toda la importancia de las metodologías o de los enfoques estudiados. Todos ellos pueden contribuir a una buena decisión, pero parcialmente.
Mucho me temo que las importantes y atinadas reflexiones, algunas discutibles, qué duda cabe, pero todas ellas bien documentadas y además formuladas con una buena prosa, que se nos ofrecen en este libro no lleguen a sus destinatarios últimos, que no son otros que los clínicos y principalmente aquellos que forman parte de un Comité de Ética Asistencial en alguno de nuestros hospitales. No es una obra para la academia, ni mucho menos. Pero, como señalé al principio, el arduo esfuerzo de la fundamentación no seduce, no atrae. Motivo mayor para felicitar y agradecer al autor y a la editorial su compromiso con la causa, que no es otra que mejorar la calidad moral de nuestras instituciones sanitarias y de quienes trabajan en ellas.
Quiero terminar este comentario recogiendo algunas de las líneas finales del capítulo quinto. En mi opinión condensan de manera magistral la intención y el pensamiento del autor de la obra. Dicen así: “Querer el bien es el camino que conduce a saber algo sobre el bien. No es posible saber en qué consiste el bien si antes no se lo quiere; esto es, si antes uno no se ha decidido por el bien, si no se ha empeñado o comprometido con él. Solo el hombre bueno se traza fines buenos. El bien se muestra solo al sujeto que ha hecho esta elección radical”.
Según esto, “el profesional sanitario que busque la verdad práctica no va a encontrarla en ningún tratado de ética. Tampoco a través de la axiología, por medio de la captación o selección teórica de una serie de valores. Ni siquiera va a poder hacerlo a través de una metodología, como las analizadas en este libro u otras. El camino es arduo y atraviesa, al menos, los siguientes tramos. En primer lugar, es preciso hacer un compromiso radical con el bien. En segundo lugar hay que imitar el ejemplo de profesionales prudentes, actuando como si uno ya fuera prudente. Y, en tercer lugar, es preciso consolidar el hábito de la prudencia, lo que sitúa a uno en condiciones de emular a otros prudentes y de ser imitado por quienes tratan de adquirir la virtud. Todo ello sin olvidar que la prudencia es una virtud dianoética que exige, a través del diálogo con el paciente, alcanzar la mejor decisión para la salud del paciente en el contexto particular de su vida y en el general de lo que significa una vida lograda” (pp. 146 y 147).
José Ramón Amor Pan
Coordinador del Observatorio de Bioética
y Ciencia de la Fundación Pablo VI